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Pintar la nieve

De las famosas Contratapas de el diario Página 12 rescatamos este hermoso texto de Forn

Por Juan Forn

El que ve por primera vez La gran Ola de Hokusai no se la olvida nunca más: el mar tendrá para siempre forma de garra en sus pesadillas. El que ve por primera vez El sueño de la mujer del pescador tampoco se lo olvida nunca más: sea varón o sea mujer, se va a pasar la vida añorando experimentar alguna vez en carne propia uno u otro de los roles de esa gloriosa escena (una joven echada de espaldas, con las piernas abiertas, y un pulpo realizándole el cunnilingus más impresionante de la historia del arte erótico). Ni ese mar ni ese cunnilingus fueron pintados con pincel: Hokusai era el rey indiscutido del grabado japonés, el ukiyo-e. Dice la leyenda que Hokusai era capaz de tallar una golondrina en un grano de arroz. Dice también la leyenda que un día en que Hokusai pasaba borracho por el templo que estaban construyendo a la vera del río, en Asakusa, vio un enorme lienzo extendido entre dos columnas de piedra y se hizo traer una de esas tinas en que se preparaba el sake, la mandó llenar de tinta negra y, con una escoba como pincel, pintó un Buda enorme, retrocedió unos pasos para contemplar su obra y comentó, antes de irse a dormir la mona a su casa: “Un caballo podría pasar por su boca. Un hombre podría echarse a descansar en la cuenca de cada ojo”.

No se ha hablado lo suficiente, creo, de lo que era capaz de hacer Hokusai con las palabras. Tiempo después, cuando el templo ya estaba terminado, el Gran Shogun se detuvo allí a su regreso de un día de caza con su halcón y ordenó que el mejor artista del vecindario lo amenizara. Mandaron buscar a Hokusai, éste desenrolló un largo papel de arroz delante de su excelencia, pintó una larga línea ondulada en marrón oscuro con un grueso pincel, sacó un pollo de una canasta, le embebió las patas en pintura bermellón, lo puso a caminar por el rollo de papel, guardó el pollo, se inclinó ante el Shogun y anunció que estaba terminada su obra Hojas otoñales de arce flotando en las aguas del Sumida. El Sumida, vale aclarar, es el río que cruza Tokio. Los jardines del templo de Asakusa desembocan en él, tal como desembocaban en aquel entonces todas las aguas servidas del vecindario.

El sueño de la mujer del pescador (蛸と海女) por Katsushika Hokusai

Hokusai no había nacido en cuna de oro pero casi: su padre era el Pulidor Oficial de Espejos en el palacio del Gran Shogun, en Edo (como se llamaba a Tokio en aquella época). El puesto era hereditario, pero Hokusai se lo cedió sin pensarlo dos veces al hermano que lo seguía y se sumergió de cabeza en el tóxico “mundo flotante” de Asakusa, el distrito rojo de la ciudad, mejor conocido como “la letrina de Edo”. Igual, algo había aprendido el joven Hokusai de su padre porque, cuando entró como aprendiz en uno de los infectos talleres de grabado que había en Asakusa, demostró que se le podía dar a la madera la textura de los espejos. Se calcula que Hokusai hizo más de treinta mil grabados en su vida, y vivió noventa años; lo que da un promedio de casi uno diario. Imagínense un tipo que, en un día cualquiera, hace La gran ola, después se va de juerga y le queda tiempo para pintar un Buda gigante con una escoba como pincel antes de dar por finalizada su jornada. Imagínense ahora que son contemporáneos de ese tipo y que viven en la misma ciudad: por sólo 16 sen, lo que costaba un cuenco de sopa con fideos, habrían podido comprarse una lámina de Hokusai en alguno de los puestos callejeros de ukiyo-é en Asakusa.

El ukiyo-é daba para todo. Había quienes colgaban alguna de esas láminas en sus paredes a la manera de los almanaques de gomería (imagínense El sueño de la mujer del pescador en el living de sus casas) y había quienes lo hacían a la manera de un santuario: los pobres que no tenían ni dinero ni medios para ir en peregrinación a los lugares sagrados, como el Monte Fuji, colgaban una lámina del Monte Fuji en sus paredes. Y nadie plasmó el Fujiyama en un grabado ukiyo-é mejor que Hokusai: sus Treinta y seis vistas del Fuji son el punto más alto que alcanzó aquella disciplina antes de que comenzara su ocaso. Hokusai se fue a pintar el Fuji desde distintos puntos del Japón porque el shogunato había decidido reducir el libertinaje de la ciudad limitando drásticamente los temas que podían tratarse en los grabados ukiyo-é. Ya que no lo dejaban enfocar en la belleza femenina como él quería, Hokusai decidió hacer foco en todo lo demás. Las japoneses se jactan de que el Monte Fuji es visible desde todos los rincones del Japón. En sus Treinta y seis vistas del Fuji, Hokusai pone el Fuji al fondo la mayoría de las veces (como en La gran ola) y lo que pone adelante es un retrato del Japón de su época: porteadores en caminos de montaña, campesinos sembrando arroz, geishas con sombrillas contemplando la vista desde un puente, un niño solitario remontando un barrilete en el atardecer, una comitiva real defendiéndose del viento (¿de qué color es el viento?, pregunta un famoso koan-zen).

Hokusai tenía más de setenta años cuando empezó sus Treinta y seis vistas del Fuji. Es célebre la declaración que incluyó al fin de la serie: “Desde la edad de seis años tuve la manía de dibujar la forma de los objetos. A los cincuenta años había publicado infinidad de dibujos, pero todo lo que produje antes de los setenta no vale nada. A los setenta y tres aprendí un poco acerca de la verdadera estructura de la naturaleza. Cuando tenga ochenta habré progresado aún más, a los noventa penetraré en el misterio de las cosas y, cuando tenga ciento diez, todo lo que haga, ya sea un punto o una línea, estará vivo. Escrito a la edad de 75 años por Hokusai, el anciano loco por dibujar”. Peor que morir sin llegar a los noventa fue, para Hokusai, que su máximo triunfo quedara opacado en cuestión de meses por la obra de un descarado advenedizo (tenía cuarenta años menos que Hokusai) llamado Hiroshige, que desplazó del gusto popular las Treinta y seis vistas del Fuji con sus atrevidas Cincuenta y tres vistas de la Ruta Tokaido, el camino que iba de Kioto y las demás provincias a Edo, el camino de la pureza a la perdición.

Playa Maiko, ukiyo-e. Harima. Hiroshige. 1854

El viejo maestro no pudo soportarlo y redobló la apuesta: ofreció al público sus Cien vistas del Fuji, una proeza realizada enteramente en blanco y negro, con preponderancia cada vez mayor del blanco, un trabajo que fruncía el corazón. Pero el veredicto popular ya se había manifestado, y lo que había manifestado era que quería más y más de la colorida y descarada vulgaridad de Hiroshige. Las Cien vistas del Fuji fueron tal fracaso que llevaron a la quiebra no sólo a Hokusai sino también a su impresor. En cambio, las Cien vistas de Edo de Hiroshige recorrerían el mundo (hasta Van Gogh, Monet y Toulouse Lautrec llegaron a admirarlas). Hiroshige reinó desde entonces en el mundo crepuscular del ukiyo-é, hasta que el almirante Perry llegó con sus “cuatro naves negras del mal” y obligó a Japón a abrir sus fronteras al mundo. Hokusai ya llevaba diez años muerto y olvidado. Hiroshige tomó la tonsura de los monjes budistas y se retiró del mundo. Pero antes de morir rindió homenaje a su admirado rival y maestro: en su última serie antes del retiro, titulada Ruta de montaña de Kisokaido, retrató el país de nieve en un tríptico perfecto, donde todo es blanco, con mínimos trazos de negro, tal como lo habría pintado Hokusai de haber logrado llegar a los ciento diez años.

Ruta de montaña de Kisokaido por Utagawa Hiroshige (1797-1858)

¿De qué hablamos cuando hablamos de haiku?

Con cada soplo de viento
la mariposa
cambia de lugar en el sauce.

Matsuo Basho

El haiku es un poema de origen japonés basado en las sensaciones percibidas en la naturaleza. Tiene la particularidad de ser sumamente breve. Consta tan solo de una estrofa sin rima, distribuida mayormente en tres versos de aproximadamente 17 sílabas. El corazón del haiku consiste en expresar los elementos que producen la emoción que se haya percibido estando en contacto con la naturaleza: asombro, compasión, sorpresa, alegría, serenidad, etc. Debe ser verdadero, simple, con palabras sencillas y fáciles de transmitir. El yo poético no debe expresarse en forma explícita, de manera tal que el lector de un haiku perciba lo que sintió el haijin (escritor de haiku) sin hablar de él mismo ni de la emoción que lo produjo.
Cuando leemo un haiku, saboreamos ese haiku hasta descubrir esa emoción que el haijin intentó transmitirnos.

Para conocer más acerca de este estilo de poema japonés, lea el siguiente artículo: https://pequeniosuniversos.wordpress.com/literatura/la-verdad-apenas-dicha-una-resena-sobre-el-haiku/

Diez años, un editorial

Y así, sin más, nuestro querido Pequeños Universos cumple diez años de vida. Parece que fue ayer cuando junto a mi amigo y, por aquel entonces, compañero de práctica tomamos la decisión de emprender este ambicioso proyecto. Para concretarlo nos reunimos con nuestro maestro Sakanashi Masafumi Shihan (1954-2012) y le pedimos expresa autorización. Sí, le pedimos permiso para iniciar un proyecto propio pero que implicaba escribir acerca de Aikido. Nos dio el visto bueno rápidamente, aunque no sin antes dejarnos algunos consejos.
Han cambiado mucho las relaciones y las formas de comunicación en estos años. Cuando comenzamos a publicar artículos no existían los “YouTubers” ni los “reposteadores” seriales que en las redes sociales despojan los materiales de todo rastro que indique su origen. Ya nadie lee más de 150 caracteres (incluso esta misiva podrá ser omitida con o sin like), y es que parece no haber tiempo para leer ni para reflexionar. No hay tiempo para corroborar o chequear la fuente de lo que estamos «ingiriendo». Una linda imagen, una frase inspiradora firmada por quien jamás se pronunció así y listo, a compartir.
Este espacio se creó para tomarnos el tiempo de leer, reflexionar y generar nuevas conexiones entre aspectos del arte marcial Aikido y las más dispares expresiones artísticas y culturales, tanto de Japón como de cualquier otra parte del mundo.
No ha sido fácil llevar esta tarea adelante. Cada imagen, cada texto, cita, epígrafe, frase… Todo debió ser revisado, investigado al punto de pasar días y días buscando hasta encontrar la fuente de información y, en caso de no hallarla, no publicar, no comunicar sin la certeza de un origen confiable que pudiera responder al respecto. Este es nuestro compromiso con el lector de Pequeños Universos.

Esperamos que los próximos diez años sean más prósperos y de mayor utilidad a la comunidad del Budo y a los amantes de la cultura oriental.

Muchas gracias por estar, leer y compartir lo que tanto amamos hacer.

Mario Sapienza.
Buenos Aires. 2021

“…Aprended las dimensiones correctas (de la verdad), no entrenéis en los caminos del engaño y no violéis la sagrada confianza que habéis recibido de los dioses: cada persona es un pequeño universo.”

Ueshiba Morihei. Budō: Las enseñanzas del fundador del Aikidō.

Un técnica divina. ¿Ueshiba Morihei podía esquivar las balas?

Entre las numerosas afirmaciones de que Morihei Ueshiba poseía talentos sobrehumanos a lo largo de su vida, como hazañas de increíble fuerza, telepatía, clarividencia, precognición, etc., ciertamente la que más destaca es aquella en la que esquiva proyectiles de armas de fuego. No sucedió una sola vez. Se dice que durante una expedición en Manchuria Ueshiba fue capaz de esquivar los disparos de un grupo de bandidos.
Pero la historia mejor conocida de esta «habilidad» del Fundador es la que relata Gozo Shioda en su libro «Aikido Shugyo: Harmony In Confrontation», la cual transcribimos a continuación.


ADVERTENCIA – No intente esto en su casa.


Esquivando una andanada de disparos

Ueshiba Morihei aplicando Ippondori a Shioda Gozo.

Por Gozo Shioda

Hablando de cosas raras, permítanme hablar de un evento extremadamente inusual. Esto es algo que de hecho presencié con mis propios ojos.

Una vez, un funcionario del departamento de municiones del ejército, junto con 9 militares, fue a visitar el Ueshiba Dojo. Vinieron a ver el maravilloso arte del Aikido del que habían oído hablar. Estas personas eran inspectores de armas. Probaban nuevas armas y juzgaban si las miras eran precisas o no. Su capacidad de tiro era de nivel olímpico y noté que acertaban en el objetivo todo el tiempo.

Ueshiba Sensei, que había hecho una demostración ante estas personas ese día, había afirmado «Las balas no pueden alcanzarme». Por supuesto, yo había escuchado anteriormente que cuando estaba en Mongolia había evitado las balas de unos bandidos montados a caballo, pero esto era muy diferente.

El orgullo de los inspectores estaba herido y bastante enojados.

«¿Estás seguro de que las balas no te tocarán?», Le preguntaron. «Oh, no, no lo harán.» «Entonces, ¿te gustaría intentarlo?» «Seguro.»

Le tomaron la palabra y acordaron de inmediato la fecha de su encuentro en el Centro de Tiro del Ejército de Okubo. Antes de la fecha, hicieron que Ueshiba Sensei escribiera oficialmente que había aceptado convertirse en un objetivo vivo para los oficiales del ejército y que colocara su huella digital en el documento. Como medida de precaución y verificación adicional, llevaron el documento al tribunal del ejército. Por lo tanto, incluso si Sensei fuera asesinado a tiros, nadie podría presentar una denuncia.

Llegó el día señalado y un automóvil militar vino a recoger a Sensei para llevarlo al área de tiro en Okubo. El Sr. Yukawa y yo lo acompañamos. Naturalmente, la esposa de Sensei estaba muy ansiosa y le suplicó que cambiara de opinión. pero el sensei seguía respondiendo ligeramente acalorado: «Está bien. Nunca darán en el blanco».

El Sr. Yukawa y yo también estábamos muy preocupados; hasta el punto en que nos preguntábamos si no sería prudente hacer los preparativos del funeral. Cuando llegamos a la zona de rodaje, nos esperaba otra sorpresa. Esperaba que solo apuntara un arma a Sensei, pero descubrimos que seis hombres le dispararían con pistolas. El mejor alcance para las pistolas era de 25 metros y, normalmente, a esta distancia se coloca un objetivo con forma de humano. Esta vez, sin embargo, Ueshiba Sensei estaba parado allí en lugar del muñeco. Luego, los seis hombres se posicionaron, apuntando a Ueshiba Sensei. Mientras lo miraba, seguía pensando impotente que veinticinco metros es una distancia considerable, y me preguntaba qué demonios podía hacer Sensei desde allí.

Uno, dos, tres. Los seis revólveres dispararon al mismo tiempo y una nube de polvo se arremolinó a nuestro alrededor. Entonces, de repente, ¡uno de los seis tiradores estaba volando por el aire! ¿Qué ha pasado? Antes de que pudiéramos averiguarlo, Sensei estaba de pie detrás de los seis hombres, riendo entre su barba.

Todos estábamos desconcertados. Verdaderamente no podía entender lo que había sucedido. No solo yo, sino todos los presentes estaban tan atónitos que no pudimos encontrar palabras para expresar nuestra conmoción. Los seis inspectores aún no estaban convencidos y preguntaron si Sensei podía volver a hacerlo. «Está bien» respondió con indiferencia.

Una vez más, los seis cañones de pistola apuntaron y dispararon a Ueshiba Sensei. Esta vez, el inspector al borde del grupo voló por los aires. Exactamente de la misma manera que antes, Ueshiba Sensei estaba detrás de los seis inspectores antes de que supiéramos lo que estaba sucediendo. Me quedé estupefacto. Esa vez me había prometido a mí mismo observar cuidadosamente para ver exactamente lo que estaba haciendo Sensei. Pero a pesar de que me había esforzado mucho, era completamente incapaz de ver cómo se había movido.

Frente a Ueshiba Sensei estaban los cañones de los seis revólveres que habían sido disparados. Hasta aquí podía recordarlo claramente, pero la siguiente etapa, donde Sensei se había movido la distancia de 25 metros y arrojado a uno de los seis tiradores, simplemente no podía entender. No pude encontrar ninguna otra explicación más que fue una «técnica divina».

En nuestro camino de regreso le pregunté, «Sensei, ¿cómo pudo hacer tal cosa?», Y recibí la siguiente respuesta.

Antes de la explosión, cuando se aprieta el gatillo, un destello como una bola dorada sale volando. La bala real del revólver llega más tarde, por lo que es fácil de evitar.

En este caso, aunque los seis hombres pretenden disparar al mismo tiempo, nunca están exactamente sincronizados. Debido a que disparan en momentos ligeramente diferentes, solo tengo que ir al que va a disparar primero. «El destello dorado tiene un ruido espectacular», dijo Sensei. Según él, después del ruido comenzó a correr. Corrió en forma de ninja con la espalda doblada, dando pasos cortos y lentos. La bala real vendría después de que ya hubiera saltado hacia adelante aproximadamente la mitad de la distancia. Sensei dijo que el tiempo entre el destello de oro y la bala fue bastante largo, pero para nosotros, todo sucedió tan rápido que no teníamos idea de que estaba tratando de acercarse lo suficiente para arrojar al primer hombre que había disparado.

«Dios ha dicho que soy necesario para este mundo y ha decidido dejarme vivir. Mi período de purificación no ha terminado, así que no puedo morir. Cuando ya no sea necesario para este mundo, los dioses me dejarán morir». Sensei parecía estar convencido, pero, por supuesto, no pudimos entender lo que quería decir.


Mucho se ha hablado acerca de la veracidad de este relato aludiendo a una posible exageración por parte de Shioda Sensei, incluso los más escépticos han dicho que los tiradores fallaron adrede.
Me gustaría abordar dos puntos de vista de quienes realmente conocieron a O’sensei, su hijo Kisshomaru Ueshiba y Koichi Tohei.

Ante la pregunta de que si Ueshiba Morihei podía esquivar balas disparadas a quemarropa, Ueshiba Kisshomaru respondía:
«No tengo nada que decir sobre esos comentarios. Nadie creerá este tipo de cosas. (Risas)
Hoy en día todo lo que tenga que ver con lo oculto es bienvenido y la gente está interesada en cómo ejecutar pequeños trucos para hacer caer a un oponente. Esto es lo que dije en una ocasión en respuesta a un comentario de que Morihei Ueshiba podía esquivar las balas disparadas por un arma. Le dije que no era que pudiera evitar las balas sino que era posible imaginarlo entrando hacia el oponente en el momento en que apretara el gatillo. En cualquier caso, ahora hay muchas personas que disfrutan haciendo cosas ocultas. Dije lo siguiente al final de mi discurso: “Si tienes interés en cosas como esa, deberías estar practicándolas en lugar de solo estar interesado. Debes practicar hasta tu límite. Luego, después de muchos años de práctica, puedes comprender, por primera vez, lo que llamamos kotodama (una creencia basada en el sintoísmo de que los sonidos tienen un valor intrínseco capaz de afectar la realidad física), lo que hace posible que uno ejecute técnicas increíbles.
Este entendimiento conducirá a una manifestación del espíritu de Aikido. Nunca debes pensar que puedes hacer esas cosas desde el principio «. Hoy la gente intenta adquirir cosas de valor sin esforzarse. Me refiero a que tratan de conseguir comida sabrosa sin levantar la cabeza de las almohadas. En este sentido, creo que Japón es laxo espiritualmente.»1

Por otro lado, Koichi Tohei quien afirmara: «Estuve con Ueshiba Sensei durante mucho tiempo y puedo decirles que no poseía poderes sobrenaturales.» Al mismo tiempo relataría la siguiente anécdota:

«Cuando me fui al campo de batalla y me enfrenté a la muerte, lo que entendí entonces fue que el universo tiene una mente. Me pregunté sobre el significado de todo el entrenamiento que había hecho. Si iba a morir ahora, pensé, ¿entonces para qué habría sido todo mi entrenamiento? Pensé que seguramente no era con el propósito de morir en este campo de batalla. Seguramente, el universo me había hecho entrenar como lo hice porque había algo más que se suponía que debía hacer. Si eso fuera cierto, entonces no había ninguna razón para que yo muriera allí. Seguramente, si mi entrenamiento hubiera estado de acuerdo con la mente del universo, no moriría en ese campo de batalla. Entonces, pensando, decidí probar esta teoría en la práctica.
Una vez que tomé esa decisión, de repente me sentí mucho más a gusto, y después de eso, sin importar cuán intensa se volviera la batalla, las balas no me alcanzaron. Poco a poco, me volví más audaz, tal vez incluso arrogante, y les dije a mis hombres que si me seguían, las balas no los alcanzarían. Todos creyeron esto, y en ese momento, la mía fue la única patrulla que regresó con los ochenta hombres ilesos. A partir de esa experiencia, me di cuenta de que el universo debe tener una mente de algún tipo. Cuando hablo de la «mente del universo» ahora, se basa en esa experiencia. El universo tiene un ritmo propio y gobierna la vida. Tener razón significa estar de acuerdo con el principio u orden del universo; lo que no está de acuerdo con ese principio es imposible o requiere un esfuerzo antinatural.»2

En este sentido último creo que Ueshiba Morihei trataba de explicar lo sucedido a Shioda.
No creo que valga la pena probar si podemos esquivar una bala o no, pero si entrenar con una intensidad tal que este desafío no nos haga dudar ni una fracción de segundo.
Así con todo, como reza la advertencia al inicio del artículo, no lo intenten es sus casas.


1 https://aikidojournal.com/2002/11/18/interview-with-kisshomaru-ueshiba-and-daitokan-2/

2 Aikido Pioneers – Prewar Era. Stanley Pranin. Aikido Journal

Los Maestros de Aikido que han difundido Shiatsu

La historia del Aikido se confunde a veces con la del Shiatsu, pues bastantes maestros japoneses han transmitido estos dos conocimientos por el mundo. Cuando fueron enviados por los distintos continentes para difundir Aikido, fueron también formidables profesores de Shiatsu.

El primer encuentro entre el Shiatsu y el Aikido fue por intermedio de un francés: André Nocquet. Segundo estudiante extranjero que tomó clases en Hombu Dojo en 1955 (después de Salvatore Mergè en 1942), André Nocquet siguió los cursos básicos en Colegio Japonés de Shiatsu en Tokio. Deseando que se conocieran las personas que a sus ojos eran gigantes cada uno en su especialidad, organizó un encuentro entre Ueshiba y Namikoshi.

Leer el artículo completo, aquí: «Los Maestros de Aikido que han difundido Shiatsu» por Ivan Bel

En memoria de Saito Sensei. Por Chiba Kazuo Sensei.

A continuación reproducimos un artículo conmemorativo de Chiba Sensei, originalmente escrito para Biran online, el sitio de Birankai.


El mundo del Aikido ha sufrido otra enorme pérdida con la muerte de Morihiro Saito Shihan, quien falleció el 13 de Mayo de 2002. Fue uno de los discípulos de Morihei Ueshiba más antiguos y que durante más tiempo lo siguió, y fue el encargado del Santuario Aiki en Iwama, Prefectura de Ibaraki en Japón. Su relevante influencia puede verse directa e indirectamente en casi cualquier parte del globo.

Un joven Saito Morihiro con un nodachi.

Él, a menudo, llamó a su arte “Aikido tradicional”. Indiscutiblemente, su estilo era portador del peso de la transmisión directa de Osensei, tanto en lo que respecta a su esencia como desde una perspectiva histórica.

He sido muy afortunado al haber tenido la oportunidad de aprender el arte de la mano de Saito Sensei, tanto en los tiempos en que me convertí en uchideshi en el dojo de Iwama, a finales de los años 50, como cuando nos enseñaba en el Hombu Dojo, un domingo al mes, a principios de los 60.

Todavía puedo oír el sonido de sus pasos aproximándose al dojo, desde su casa en Iwama, que no distaba ni 50 metros del mismo, a primera hora del día, para la clase de la mañana. Cuando el característico sonido de los gueta (calzado de madera) resonaba por todo el gélido bosque de pinos, era consciente de que tenía que despertarme y pensaba: “aquí viene”. No solo tenía que estar preparado para el entrenamiento en el tatami, sino que también debía estar seguro de que todo se había hecho exactamente como correspondía. Ni una sola cosa, ni la más minúscula, podía ser pasada por alto o descuidada una sola vez.

Saito Sensei con sus gueta, en la década del 90.

En Iwama, salvo que coincidiese con su turno de trabajo (trabajaba para la Compañía Nacional de Ferrocarriles), Saito Sensei tenía a su cargo la clase de las primeras horas de la mañana y la de la tarde. De vez en cuando, Osensei también impartía la clase de la tarde o acudía a ver la clase. Se sentaba frente al kamiza con los ojos de un águila, sin decir nada, completamente inmóvil, mientras Saito Sensei dirigía la clase. Osensei, a menudo, resaltaba la importancia del katai-keiko, que en japonés significa “ser duro, vigoroso, lleno de fuerza”.

El entrenamiento y la atmósfera en Iwama no solo eran diferentes de lo que yo había experimentado en Hombu Dojo, sino, además, totalmente opuestos. Se debía a que el entrenamiento de Hombu buscaba, sobre todo, el flujo del ki, lo que me producía confusión en un principio.

Gran parte del los miembros del Iwama Dojo eran granjeros locales, duros trabajadores que pasaban todo el día en los campos. Eran de fuerte constitución y gran fuerza física, combinada con el típico carácter local, conocido como “Mito kishitsu”, un tipo de valor cercano a la gallardía. En suma, era una cultura bastante diferente a la de Hombu Dojo en Tokyo, donde, como capital de Japón, sus miembros eran ejecutivos, intelectuales, hombres de negocios, políticos y estudiantes universitarios.

Cualquiera que fuese a visitar el dojo de Iwama desde Hombu debía parecer pálido y débil. De hecho, los estudiantes de Iwama nos trataban a los del Hombu como tales y practicaban con nosotros con gran vigor. Era cuestión de supervivencia para los de Hombu Dojo, incluyendo a los uchideshi como yo. Y Saito Sensei estaba en lo alto de aquella montaña que teníamos que escalar con todas nuestras fuerzas.

Naturalmente, Iwama no era un sitio muy popular para los uchideshi de Hombu, no solo debido a los retos con los que se iban a encontrar allí, sino también por las diarias e intensas obligaciones que tenían como uchideshis. Eso incluía el trabajo en la granja, el cuidado del dojo y del santuario, y la parte más difícil, que era cuidar de la anciana pareja, Osensei y su mujer, lo que resultaba simplemente insoportable para la mayoría de los chicos de ciudad acostumbrados al clamor y lujo de la vida urbana.

En ocasiones, Osensei también daba clase durante el día en el bosque que rodea al dojo. El entrenamiento consistía, sobre todo, en un enérgico trabajo de yokogi-uchi individual o con compañero. Tradicionalmente, este es un sistema de entrenamiento famoso de la Escuela Jigen en Kagoshima, en el sur de Japón, durante el cual el practicante golpea continuamente haces de ramas recién cortadas y depositadas sobre una base de madera. La primera vez que probé este entrenamiento, al cabo de diez minutos había perdido la piel de las manos y comencé a sangrar.

El Fundador y Saito Shihan practicando Yokogi-uchi (sonido original).

Saito Sensei parecía siempre consciente de la presencia de Osensei, estuviese o no físicamente en Iwama. Saito Sensei no establecía diferencias en su manera de enseñar, pero era siempre fiel a los fundamentos del katai-keiko.

Recuerdo muy bien una exhibición que llevó a cabo con otros Shihanes frente a Osensei, con ocasión de la Celebración del Año Nuevo en Hombu Dojo. Él solamente hizo katadori ikkyo, tan sencillamente como solía hacerlo en sus clases. Conocía muy bien el peligro de hacer cualquier otra cosa frente a Osensei.

Soy muy consciente de la gran contribución y el servicio que Saito Sensei ha rendido al mundo del Aikido. Personalmente, creo que fue no solo uno de los más grandes profesores de Aikido, sino que, además, prestó un gran apoyo al fundador y a su esposa en sus últimos años, lo que nació de un profundo respeto y lealtad por parte de Saito Sensei hacia su profesor.

A menudo me pregunto si yo hubiese tenido su misma fuerza de voluntad, comprometiéndome a tal grado de sacrificio personal y tal cantidad de trabajo, pues incluso los miembros de la familia podrían haber dudado frente a semejante tarea.

Cualquier persona que haya conocido el carácter de Osensei y de su mujer sabe que no se trató de una tarea fácil. Los valores que adoptaban para su vida eran muy diferentes a los propios del Japón moderno. Cuando miro atrás, no puedo sino imaginar que debía haber algo más allá del respeto y la lealtad en lo que Saito Sensei sentía por su maestro. Solo puedo pensar que era algo parecido a una estética con la que se educó, que guardó en su corazón y murió con él. Lo veo como un bello ejemplo de la personificación de la esencia del guerrero.

«Soy muy consciente de la gran contribución y el servicio que Saito Sensei ha rendido al mundo del Aikido. Personalmente, creo que fue no solo uno de los más grandes profesores de Aikido, sino que, además, prestó un gran apoyo al fundador y a su esposa en sus últimos años, lo que nació de un profundo respeto y lealtad por parte de Saito Sensei hacia su profesor.»

Chiba Kazuo Shihan.

Del mismo modo en que cambian las generaciones, la historia personal de Saito Sensei irá siendo olvidada e ignorada, permanecerá oculta por la historia oficial del Aikido. Esta es una parte muy privada de la historia de la disciplina; su virtud, junto con el sacrificio de su familia, merece reconocimiento, respeto y gratitud, y debería ser recordada por las generaciones que vengan. Puesto que fui testigo de este episodio de la historia con mis propios ojos, creo que es parte de mi responsabilidad escribir una nota como esta.

Esta es la elegía que quería ofrecer a Saito Sensei, en su honor. Y rezo, con mis más profundos votos, por su eterno descanso.
Gassho.

T.K. Chiba
San Diego, California.
Mayo 16, 2002

Chiba Kazuo Shihan, 千葉和雄 (1940 – 2015) y Saitō Morihiro Shihan, 斉藤 守弘 (1928 – 2002). Imagen tomada a finales de 1970, en Iwama. Cortesía de Didier Boyet.

Entrevista a Tokimune Takeda. Parte 3

Takeda Sokaku ca 1930
Takeda Sokaku ca. 1930

Pequeños Universos se complace en presentar la tercer y última parte de una compilación de entrevistas realizadas por Stanley Pranin a Tokimune Takeda entre 1985 y 1987 en Abashiri, Hokkaido y Tokio.

Hemos agregado un anexo al artículo original para un mejor entendimiento de los personajes más influyentes en el desarrollo y difusión tanto de Daito Ryu Aiki-Jujutsu como de Aikido.

Este trabajo de traducción y publicación está oficialmente autorizado y forma parte de nuestra continua colaboración con Aikido Journal.

Leer la Entrevista a Tokimune Takeda. Parte 3. Por Stanley Pranin

Entrevista a Tokimune Takeda. Parte 2

Takeda Sokaku in Yamagata ca1906 clip
Takeda Sokaku en Yamagata ca.1906

Pequeños Universos se complace en presentar la segunda parte de una compilación de entrevistas realizadas por Stanley Pranin a Tokimune Takeda entre 1985 y 1987 en Abashiri, Hokkaido y Tokio.
Este trabajo de traducción y publicación está oficialmente autorizado y forma parte de nuestra continua colaboración con Aikido Journal.

Tokimune Takeda, tercer hijo y sucesor de Sokaku Takeda, comenzó a entrenar en artes marciales bajo la tutela de su padre en 1925. Completó el Curso de Formación de Oficial de Policía de Hokkaido en 1946, y en 1947, un curso policial de técnicas de manejo del bastón. Tokimune estableció el dojo Daitokan en Abashiri, Hokkaido en 1953, y organizó las técnicas del Daito-ryu, incorporando en ellas elementos de Ono-ha Itto-ryu para crear su propio Daito-ryu Aikibudo. Recibió el Premio de Educación Social Cultural de la Ciudad de Abashiri el 3 de noviembre de 1987.

Leer la Entrevista a Tokimune Takeda. Parte 2. Por Stanley Pranin

Entrevista a Tokimune Takeda. Parte 1

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Tokimune Takeda (1916-1993)

Pequeños Universos se complace en presentar la primer parte de una compilación de entrevistas realizadas por Stanley Pranin a Tokimune Takeda entre 1985 y 1987 en Abashiri, Hokkaido y Tokio.
Este trabajo de traducción y publicación está oficialmente autorizado y forma parte de nuestra continua colaboración con Aikido Journal.

Tokimune Takeda, tercer hijo y sucesor de Sokaku Takeda, comenzó a entrenar en artes marciales bajo la tutela de su padre en 1925. Completó el Curso de Formación de Oficial de Policía de Hokkaido en 1946, y en 1947, un curso policial de técnicas de manejo del bastón. Tokimune estableció el dojo Daitokan en Abashiri, Hokkaido en 1953, y organizó las técnicas del Daito-ryu, incorporando en ellas elementos de Ono-ha Itto-ryu para crear su propio Daito-ryu Aikibudo. Recibió el Premio de Educación Social Cultural de la Ciudad de Abashiri el 3 de noviembre de 1987.

Leer la Entrevista a Tokimune Takeda. Parte 1. Por Stanley Pranin

Deberes de aprendices e instructores

El 26 de abril de 1969, el fundador Morihei Ueshiba falleció, tenía 86 años. Dedicó su vida a inaugurar y llevar a cabo la gran tarea de consumar Aikido. Cuando el Sr. Isoyama, uno de los discípulos del Fundador, y yo nos apresuramos sobre el lecho de muerte del Maestro, el Maestro se sentó en el colchón «futon», juntó sus manos en oración a cada uno de nosotros y nos agradeció por lo que habíamos hecho por él. Nuestros corazones sangraban con lágrimas rodando incesantemente. Fue el inolvidable final de un experto en artes marciales.

Iwama group 1955c Saito Isoyama
O’sensei Ueshiba Morihei en Iwama. c1955.

El tiempo vuela, han transcurrido cinco años desde la muerte del Fundador. Hay algunos estudiantes que practican Aikido que incluso no conocen el nombre del Fundador. El Santuario de Aiki también ha sufrido falta de reconocimiento.
Aquellos de nosotros que tuvimos el privilegio de entrar en contacto con el Fundador sentimos profundamente que siempre debemos seguir investigando sobre el Fundador y transmitir sus lecciones. El Fundador todavía respira en nuestros corazones y nos impulsa a un entrenamiento más duro. Si falseamos acerca del Fundador, su voz de aliento dejará de ser audible y sus técnicas arcanas, unas tras otras, caerán en el olvido. Los instructores de Aikido deben continuar su estudio sobre el Fundador. Este estudio les ayudará a resolver algunas de las cuestiones que aún no se aclaran. Es su deber entregar a las generaciones posteriores las réplicas precisas de las técnicas que aprendieron personalmente del Fundador, así como sus «Kuden» (Secretos oralmente legados del arte).

La actitud de los aprendices debe estar en sintonía con la de sus instructores. Es importante que los instructores hagan todo lo que esté en su mano para crear una nueva raza de instructores buenos y confiables de entre sus aprendices y criarlos en un programa estable y sostenido. Tal curso de desarrollo está destinado a lograr una verdadera difusión del Aikido. Personalmente creo que tanto los instructores como los aprendices deben esforzarse hacia este objetivo común.

Saito Morihiro Shihan. 1974.