Entrevista al Shihan Sakanashi Masafumi: El legado de un maestro

Entrevista al Shihan Sakanashi Masafumi:
El legado de un maestro

Por Pequeños Universos

Cuando en setiembre de 2011 fundamos Pequeños universos –blog sobre filosofía y práctica del Aikido–, una de las primeras cosas que hicimos fue contemplar la apertura de una sección en la que publicar entrevistas a grandes maestros. Nos abocamos entonces a producir contenidos para esa y otras secciones. Pese a nuestra decidida voluntad por iniciarnos en este nuevo periodismo –empeño que nos condujo a elaborar una larga lista de candidatos a ser reporteados– siempre supimos que la primera entrevista que vería la luz sería la de nuestro Shihan.
El momento propicio para efectuar las charlas, sin embargo, nos llegó hacia principios de enero de 2012. Una semana después del Shinnen Geiko (1), realizamos la primera interpelación al maestro Sakanashi Masafumi.
Esa conversación tuvo lugar un sábado al mediodía en la oficina administrativa de Seiki Dojo (2), durante unos cuarenta minutos previos a la característica clase de Sensei. Algunos días después hubo una cena espontánea e informal con el maestro: jamás olvidaremos lo conversado en aquel restaurante, la vivacidad de sus gestos, el espíritu generoso y franco con que nos hizo él preguntas, con que se nos brindó cual si nosotros fuésemos sus pares o camaradas.
La segunda interpelación tuvo lugar el 4 de febrero en las cercanías de la Casa Central del CDA, durante los 60 minutos previos a una clase celebratoria en la que honramos su graduación como 7mo. dan Aikikai.
Existen personas en el mundo cuya conversación no pasa desapercibida. Sakanashi Masafumi Shihan era una de esas personas.
Al evocar estos encuentros con él, acuden a nosotros muchas imágenes: la energía que concentraban sus manos, el fondo de equilibrio que se percibía en su mirada, su sonrisa.
El reportaje aborda temas tan variados como: el inicio de su práctica en Japón, su condición de alumno, la identidad de sus maestros principales y compañeros de práctica, los inicios del Centro de Difusión del Aikido, su metodología de enseñanza a través de los años, el objetivo que debe perseguirse en la práctica de Aikido, las rupturas y aperturas de nuevas escuelas y, entre otros, los beneficios del Aikido para la salud.
Con el propósito de conservar la naturalidad y frescura de la charla, hemos respetado el orden real en que se discutieron los tópicos.
Queremos dedicar la edición y publicación de esta entrevista a los incontables alumnos que sostuvieron un vínculo con Sakanashi Sensei durante los últimos 34 años.
También, desde luego, dedicamos este reportaje a su familia, a sus seres queridos, con reverente respeto.
Muchas gracias, Sensei. Siempre estará con nosotros.

1ra. parte. 7 de enero de 2012.

¿Cuándo tuvo usted, por primera vez, noticias sobre Osensei y sobre la disciplina?
En realidad, sobre la disciplina y sobre Osensei, en su momento, yo no sabía nada. Fui practicante de Judo desde los 9 años y, después, incursioné en el Karate. Viajé a Japón para practicar y lo hice en la línea Kyokushinkai, que es una escuela muy fuerte. Al mismo tiempo, estudiaba en la Facultad de Judo y Quiropraxia, por lo que continué con la práctica de Judo, solo que pronto tuve un problema de salud, relacionado con el corazón, y debí apartarme de ambas disciplinas; comencé a hacer un poco de Tai Chi, algunas otras actividades, y me crucé finalmente con Aikido. Pero la historia de Osensei no me condujo a ese encuentro. Vi la práctica de Aikido de los maestros que estaban allá y me entusiasmé con sus clases, solamente eso. Muy al principio, cuando comencé, tenía un vínculo marcial muy grande con el Karate de pelea, el de la forma más ruda que había, y eso de la hakama y de los practicantes que se sujetaban de las manos era para mí una cosa espantosa. Sin embargo, al no permitirme la salud realizar otras prácticas, me decidí por Aikido.
Pasó un tiempo y, por fin, di con Yamaguchi sensei en Japón. Yamaguchi sensei era uno de los maestros más fuertes que había en Honbu Dojo. Por ese entonces era 8vo. dan. y, realmente, era fascinante ver cómo la gente lo atacaba y cómo, sin que él casi se moviera, salían volando. Me resultó muy rápida la entrada a la disciplina porque, como conocía el Judo y sabía hacer ukemi, la interpretación de las técnicas no me costaba. Tal fue así que me hicieron saltar graduaciones con bastante velocidad, hasta que obtuve el 1er. dan.

Sakanashi sensei a los 22 años, practicando en Kuwamori Dojo.

¿Cuánto tiempo tardó en obtener el cinturón negro de Aikido?
Tardé menos de 2 años y medio. Fue una cosa muy veloz.

¿Con qué frecuencia practicaba?
Practicaba todos los días. Y cuando volví a estar bien de salud, llegué a hacer dos o tres clases diarias. La realidad es que ver a Yamaguchi sensei era ver la otra cara de lo marcial. La cara del Karate era la de la rigidez, la de voltear una pared con una mano. La cara del Aikido era mística: yo no sabía porqué la gente volaba o porqué se quedaba en el piso inmovilizada. Era una cosa fascinante y que no alcanzaba a comprender. Esa fue, un poquito, la búsqueda de Aikido que yo tuve.

¿En algún momento descreía de los movimientos que observaba en Aikido?
No descreía de algunos, descreía de todos los movimientos. Al principio me parecía una estupidez que la gente saltara, hasta que me agarraron la muñeca y me di cuenta del porqué que se escondía en los saltos. Pero bueno, es lógico: desde afuera uno tiene la costumbre de juzgar antes de someterse a algo; entonces mira y valora a los demás. Aikido me enseñó a no juzgar. Por ejemplo, yo antes juzgaba todo; Karate es así: si te pegan, esquivás el golpe y respondés con un tsuki; ya está, maegeri y se acabó la cuestión. En cambio, en Aikido igualás tu posición con la del atacante: la situación es a la inversa de todo otro pensamiento.

Con los compañeros de Pequeños Universos solemos comentar que es difícil ser espectador de la disciplina. A menudo sucede que, cuando le presentamos Aikido a alguien, la reacción del otro es muy curiosa…
Personalmente, creo que hay tres tipos de personas en el mundo: hay personas que saben que el mundo está cambiando, que hay un giro; hay otras personas que no se dan cuenta para nada de ese vuelco; por fin, hay personas que saben que el mundo experimenta una transformación y que, además, hacen algo por armonizar con ese movimiento. Entre estas últimas personas estamos nosotros, los practicantes de Aikido. Sabemos que hay un cambio elemental en la humanidad, y que ese cambio se genera por una necesidad propia de la gente. Podríamos expresar mejor este concepto si recurrimos a la palabra “tendencia”.
Lo que llamo “tendencia” proviene de algo que la sociedad, por obligación, va moldeando. La moda, por ejemplo, es algo a lo que la gente puede adherir: usar el pelo de una manera o de otra, de un color o un largo particular; puede vestirse un saco con dos o con tres botones, y cosas por el estilo. Pero la “tendencia” es un rumbo más profundo hacia el que la sociedad, en su conjunto, se va inclinando. Hablo de una forma de trabajo o de una forma de vida. Entonces, creo que Aikido puede sumarse a una “tendencia” para que la sociedad deje de ser tan competitiva. Mucha gente, hace unos 30 o 40 años, buscaba solucionar con violencia las cosas. Decían:“bueno, él es fuerte; yo me entreno más intensamente que él para enfrentarlo, para pelear con él y ganarle”. Ese era un pensamiento típico. El coletazo de ese tipo de pensamiento terminó, más o menos, hace cuatro décadas. Luego se inició la evolución hacia un cambio; esa evolución es la “tendencia” de la que les hablo.

Volviendo a lo que fueron sus inicios como practicante, ¿podríamos decir que usted considera a Yamaguchi sensei como su principal maestro? ¿O tuvo algún otro profesor al que considere de ese modo?
Empecé mi práctica de Aikido con Kuwamori sensei, arranqué con él. El maestro de mi maestro era Yamaguchi sensei. Yo sigo la idea de él y de sus principios.

¿Y a qué le prestaba más atención en las clases durante su época de estudiante?
Lo que me resultaba más interesante era descubrir cómo “tomar el centro”. Eso era lo más asombroso que había en la práctica. ¿Cómo podía alguien tocar el centro de su oponente y moverlo a partir de ahí? Era una cosa espectacular verlo y no poder hacerlo, sentirse desesperado por no poder hacerlo.

¿Lo sentía como uke y, en base a eso, lo iba buscando?
Sí, yo lo sentía, pero realizarlo era una cosa bastante distinta. Lógicamente, sólo hacía falta entrenamiento, mucho entrenamiento hasta que, de pronto, uno decía: ¡ah, mirá, era esto!

¿Se hablaba, en ese entonces, de la respiración? ¿Se explicaba cada detalle, cada forma de las técnicas, como lo hace usted hoy?
En realidad, Yamaguchi sensei jamás llegó a explicármelas. Nadie aclaraba nada. En esa época yo era todavía 2do. dan, y hablar con un 8vo. dan, dirigirle la palabra o hacerle una pregunta, eran cosas que no se permitían. Con mucha suerte, Kuwamori sensei le hacía una pregunta a Yamaguchi sensei, y de ese modo podía yo conseguir una respuesta.

¿Se consideraba inoportuno, o acaso grosero, formular una pregunta?
Nada de eso. Lo que pasaba es que, simplemente, no se podía.
Si la graduación era muy baja, resultaba imposible hablar con maestros de alta graduación. El sistema era así.
Hoy en día viene Katô sensei, que es 8vo. dan, a dictar un seminario en nuestra escuela, ustedes le hacen preguntas y él responde. Eso, hace 40 años, no sucedía. Cambiaron las cosas. O al menos cambiaron en esta parte del mundo.

¿Se leía alguna clase de material sobre la disciplina, sobre el Fundador del Aikido, o todo era práctica y acción?
Yo no sabía gran cosa sobre Osensei. Cuando vine a la Argentina y empecé a compartir prácticas con alumnos de Kurata sensei, ellos me enseñaron mucho de lo que es la “teoría” del Aikido. Se hablaba de Osensei en Japón, sí, pero no se leía historia sobre él ni nada parecido. Si uno hacía muchas preguntas te decían “¡practicá!”, “si no practicás, nunca vas a entender”.
Por más que se aprenda “teoría” –acá, teoría, sabían todos (qué es el Ki, qué es kokyuho)– no se pueden desarrollar los conceptos si falta la práctica. En aquellos primeros años de Argentina, aparecía alguien que agarraba con más fuerza de la habitual y ya no se lo podía mover. Yo me preguntaba entonces sobre el papel de la “teoría del Ki”, y todo me parecía una farsa: no deseaba esconderme detrás de una teoría que otros sostenían pero que, al fin y al cabo, no podían concretar. Esa era la peor difusión que podía hacerse sobre el Aikido. A partir de ahí comenzaría a cambiar la historia del Aikido en Argentina.

¿Cómo se pasa de esto al hecho de que usted ha escrito tres libros? ¿Cómo ha sido la experiencia de decidirse a escribir, pese a que el Aikido es, fundamentalmente, una práctica?
Los libros que publicamos forman parte de todo lo que es difusión. Están destinados, ante todo, a gente que no practica o a principiantes. La idea es que puedan leer y, a través de ese contacto, entusiasmarse con lo que hay de distinto en Aikido, descubrir que pueden hacerlo. Por supuesto, también los pueden leer los practicantes avanzados.
En verdad, yo no tengo la auténtica capacidad de ser escritor. El Profesor Pinkler me ayudó a ensamblar en papeles lo que quería transmitir.
Fíjense que apenas puedo dar clases y enseñar. Compartir las clases es mucho ya. Mis capacidades solo alcanzan para eso; lo que pasa es que tengo muy buenos alumnos que siempre me apoyan en todo.
Sucede lo mismo con ustedes: gracias a lo que están haciendo, al periodismo que emprendieron, posiblemente se logre difundir más la disciplina.
Aikido es algo que hacemos entre todos. No es que yo haya hecho algo en el pasado y que ahora se los transmita. Todos estamos haciendo el Aikido. Los libros en colaboración con Leandro Pinkler, el Dojo, los distintos Dojos, ustedes, todos crecemos juntos. Esto es lo lindo de Aikido: nadie puede hacer solo las cosas, y mucho menos en nuestro arte.

En su época de práctica en Japón, ¿tenía un grupo? ¿Hizo amigos? ¿O se sentía solitario?
Sí, teníamos grupos de las mismas graduaciones, pero sucedió lo mismo que sucede acá. Si ustedes se acuerdan de cuando empezaron a practicar, pregúntense, entonces, cuántos de su misma promoción llegaron, al fin, a cinturón negro. Nosotros éramos 20 compañeros que íbamos a comer soba o ramen, íbamos a la esquina de un bar a hablar sobre lo que habíamos practicado durante el día, cómo lo habíamos hecho, qué no habíamos hecho, qué había estado mal y qué bien. También hablábamos sobre qué era lo que no habíamos podido aguantar.

La intensidad que caracterizaba a Sensei en Kuwamori Dojo por esos años.

Conversaban fluidamente sobre la práctica…
Todos los días. No había momento en que no habláramos de Aikido. Pero el problema está en que, después, de esos compañeros van quedando cada vez menos, hasta que se conserva solo uno o pasa como me sucede a mí hoy en día, que no tengo ya ningún compañero de esa época que siga practicando. Es habitual. En el CDA, cada 1000 cinturones blancos hay solamente uno que llega a cinturón negro.
La constancia de haber llegado a cinturón negro, de descubrir que solamente se ha dado el primer paso en Aikido y continuar practicando la tienen muy pocas personas. De cada 100 1ros. danes solo uno va a llegar a 4to. dan.

Por lo general, observamos que mucha gente se gradúa como 1er. dan y abandona, al poco tiempo, la práctica. ¿Qué otra opinión tiene sobre esta evidencia?
¿Saben porqué sucede eso? Porque esos practicantes no se fijaron otra meta.
Les cuento una historia en dos minutos, antes de que comencemos con la clase.
En el año 1960, cuando John Fitzgerald Kennedy asumió como Presidente de los EE.UU., la gente de la NASA se fijó una meta para esa década que comenzaba: querían que el hombre llegara a la Luna. Científicos, pilotos, el equipo de personas que trabajaba con ellos, desde el que servía café hasta cualquiera de los profesionales compartían la meta que se habían impuesto. En el año 1969 se cumplió con el objetivo. Al año siguiente, la NASA tuvo la peor de sus crisis. Enfermedades que afectaban a su personal, individuos que se suicidaban… El problema ya no era que el hombre llegara a la Luna, esa había sido una fuerza emprendida por todos y concluida. A partir de que llegó el primer astronauta a la Luna ya no tenían más qué hacer: habían perdido su meta y terminado, de algún modo, con todo su trabajo.
Muchos hacen el esfuerzo de llegar a cinturón negro… La pregunta es “para qué lo hacen”, “con qué propósito”. ¿Para qué sirve llegar si no se sabe qué se hará con eso?
La idea correcta, para mí, es llegar a 1er. dan para empezar Aikido, para recién comenzar a entender lo que es Aikido.

O sea que muchos practican con el objetivo equivocado…
Si el objetivo es llegar a cinturón negro para mostrárselo a los demás, entonces está equivocado. ¿Qué queda después de eso? Cuando entiendan e interpreten para qué sirve haber llegado hasta ahí, recién estarán en el camino. De ese modo sí sirve ser 1er. dan, porque el objetivo está planteado de otra manera. Pero, igualmente, es muy normal que ocurra lo que les cuento; sucede acá y en todos lados, porque se pierde cierto grado de objetividad cuando alguien sólo está enfocado unilateralmente en algo. Supongamos que conquistás a una muchacha hermosa, rubia, por decir, con determinadas características que la hacen fuera de lo común para vos. La conquistaste. ¿Y a partir de entonces qué sucede? Porque si el problema era solamente conquistarla, lo lograste y concluyó tu meta. O sea que la dejás y vas a buscar una nueva muchacha, porque lo que a vos te gustaba era la emoción de la conquista, no la muchacha en sí. Hay que pensar en eso y replantear, si es necesario, nuestros objetivos de práctica.

Le hemos escuchado decir que con la “toma de centro” ocurre algo parecido: “¿qué van a hacer una vez que les salga?”, preguntó usted en alguna oportunidad. Nos seguimos haciendo esa pregunta…
No lo van a saber hasta que lo encuentren. Lo divertido de tomar el centro del compañero es que, cuando lo conseguís, podés inmovilizarlo. Pero la verdad es que hace falta saber “para qué lo inmovilizás”.

2da. parte. 4 de febrero de 2012.

En las oportunidades en las que usted regresó a Japón, o durante los seminarios internacionales organizados por el CDA u otras instituciones, ¿volvió a cruzarse con algún camarada de la época de sus inicios? Si fue así, ¿cómo fueron esos encuentros?
Desde que vine a la Argentina tuve la posibilidad de cruzarme, por ejemplo, con un compañero de la misma promoción de aquel entonces: Héctor Flores, que es alumno de Kurata sensei. Fue durante la época del Kobukan Dojo, que quedaba en las calles Tucumán y Montevideo (Ciudad de Buenos Aires). Hemos practicado muy bien. Y hace poco –unos 3 o 4 años atrás– estuvo Yasuno sensei. Yasuno sensei es senpai mío, pero practicábamos mucho juntos en las clases de Yamaguchi sensei. Hoy ya es un gran maestro, por supuesto.
De la misma época nuestra era, también, el Doshu actual. Ueshiba Moriteru Doshu tiene 4 años de edad más que yo.

¿Y qué recuerdos tiene de la práctica con Yasuno sensei?
Yasuno sensei era una persona muy eficaz y práctica. En su técnica no había muchas vueltas. Les repito que estábamos todos muy concentrados en hallar la forma de “tomar el centro”, en encontrar el modo de trabajar sobre lo que Yamaguchi sensei mostraba. La verdad es que no tengo recuerdos muy específicos de nadie, porque el grado de concentración de cada uno era tal, el deseo de salir a buscar lo que Yamaguchi sensei dejaba era tan grande que, en realidad, no nos preocupaba mucho qué hacía el otro. La práctica nuestra consistía en eso o, por lo menos, eso me sucedía a mí. Es más, cuando volví a la Argentina lo único que hice en el transcurso de los primeros 10 años fue practicar exclusivamente eso. Enseñaba, pero practicaba lo que había aprendido con Yamaguchi sensei, no tenía otra cosa en mente.

Con respecto a los seminarios que se llevan a cabo en el CDA o a algún otro seminario internacional, ¿qué significa para usted organizarlos y/o participar de ellos?
En los primeros años, desde mi llegada a Argentina, me propuse trabajar las técnicas muy cerradas, a la manera de Yamaguchi sensei. Explicándolas, me di cuenta pronto de que nadie las entendía. Por aquel entonces éramos tres maestros los que difundíamos Aikido: Miyasawa sensei, Kurata sensei y yo. La técnica de Kurata sensei era justo la inversa de la mía, bien abierta. En el fondo, no es que no nos entendíamos sino que en muchas cosas nuestra práctica era muy distinta. Eso nos condujo pronto a una ruptura. Él es mi senpai y yo lo respeto como tal, pero no accedo a la forma de trabajar que tiene él. Hoy en día, todo el Aikido que se practica en Argentina deriva de alguno de nosotros tres. El nombre que se ponga no importa. “Yo soy el representante de…” no importa: el Aikido argentino siempre guarda la semilla de alguno de los tres orígenes. Salvo, claro, que el practicante que se considere haya venido de afuera.
Ahora bien, la diferencia que veo entre esto que les cuento y los seminarios es la siguiente. Cuando empecé a enseñar las técnicas con el estilo de Yamaguchi sensei, me costaba mucho trasmitir lo que era el “centro” a la gente nueva que empezaba. Fue así que decidí empezar al revés: trabajaba las técnicas más abiertas para, luego, ir cerrándolas. ¿Qué es lo que hacía? Buscaba métodos de enseñanza distintos todo el tiempo. Vayamos a algo más específico: a un nikkyo, por ejemplo. Lo hacía más cerrado, más abierto y súper abierto, de tres o cuatro formas distintas, para que lo aprovechara gran parte de la gente y que cada uno lo interpretara a su manera. Entonces, hacía los “shihonage” más abiertos, más cerrados y bien abiertos. Según las clases, daba las técnicas de distintas formas. Esta experiencia la llevé a cabo en el transcurso de los primeros 10 años de difusión, no de un día para el otro, sino que en una época trabajaba la técnica más abierta, en otra época más cerrada, y a los alumnos de graduaciones altas se las enseñaba más cerradas aún.

Mesa examinadora compuesta por Miyazawa sensei, Kurata sensei y Sakanashi sensei. Pioneros del Aikido en Argentina.

¿Usted fue experimentando con eso?
Claro. Fue una forma de ver de qué manera la gente podía interpretar más rápido el Aikido. Pero tenemos una contra, y es que el Aikido muy abierto, con movimientos grandes, deja de ser marcial; es un Aikido más parecido a una danza, con lo cual se convierte en un arte de gimnasia, de ejercicio, un arte que otros artemarcialistas –en su momento– no respetaban. Estoy hablando de la época que va de 1978 a 1980.

¿Algo muy coreográfico?
Muy coreográfico, sí. Entonces empezamos a romper un poco esa matriz por la que, desde otras disciplinas, no se respetaba al Aikido; y es que, de algún modo, tenía que terminar con eso para que la gente comprendiera qué significa nuestro arte marcial. Puse énfasis en trabajar las técnicas bien cerradas, y así tuvo que cambiar la ideología.
Para quienes no conocen el tema, no entienden qué es una técnica cerrada ni qué es una técnica abierta, quiero explicar que cuanto más cerrada es la técnica, más “chiquito” resulta el movimiento. O sea que el movimiento se va achicando, achicando y llega un punto en que es tan cerrado que cuesta identificarlo desde afuera, parece como si uno no se moviera y el otro –uke– saliera “volando”. Esto provoca sorpresa en el espectador, que dice:“pero eso, ¿de dónde salió? ¿Qué fue lo que pasó?”

En seminarios como los de Katô Hiroshi Shihan, por ejemplo, parece suceder lo que nos está describiendo: la técnica es tan cerrada que no se alcanzan a divisar los movimientos.
Claro, Katô shihan es tan cerrado… Ahí está lo interesante para tomar de maestros así.

¿Podríamos decir que usted sigue aprendiendo en los seminarios? ¿Cómo es la vivencia que tiene de ellos?
Aprendo muchísimo de ellos. Y aspiro también a que los danes aprendan de eso. En mi época temprana de práctica las cosas eran muy distintas; hoy en día, en un seminario te enseñan a tomar la mano de un modo u otro, a poner los pies o el cuerpo en determinada posición, a manejar la distancia. Eso antes no existía; todo era mirar y aprender de la observación. Si no captabas algo, lo perdías.

De ahí la necesidad de una concentración como la que usted mencionaba antes…
Se requería muchísima atención para poder aprender. Estamos demasiado acostumbrados, en esta era, a que nos enseñen todo y a que nos lo den resuelto. Podemos preguntarnos, entonces, si esta época es buena o mala. Creo que para algunas cosas es buena, pero la realidad es que los alumnos han dejado de prestar atención. En una práctica de Aikido hay que observar muy bien los movimientos, hay que analizar lo que se hace con los pies, la distancia entre nage y uke, la intención que se pone, en fin, hay que captar toda una sensación. El aprendizaje es lento porque uno va desarrollando, de este modo, cosas internamente, hasta identificar los distintos momentos de la técnica.
Ahora, si nos enseñan todo, si nos muestran cada detalle, lo que sucede es que aprendemos mucho más rápido pero quedamos vacíos. Si nos preguntamos qué es lo bueno y qué es lo malo de los seminarios de los que hablábamos antes, en principio creo que, cuando vienen distintos maestros, ustedes tienen la posibilidad de ver las distintas formas en que se practican las técnicas. No hay una sola manera, no existe únicamente la mía. Mis alumnos pueden aprender de los maestros que vienen. Hay muchas maneras, y así es como se enriquece el Aikido.
Si quisiera forjar simplemente un grupo de estudiantes para mí, no traería ningún maestro de afuera, los encerraría y les diría “esto es Aikido, lo que yo hago”. Pero no deseo adueñarme de mis alumnos. Entonces mi trabajo es, metódicamente, que vean el Aikido de todos, que cada uno tenga el derecho de elegir. Eso me parece lo más sano. Así, hay grupos de estudiantes que han aprendido conmigo, años atrás, y que se han ido a continuar su práctica con otros grupos, y me parece perfecto. Yo no quiero trabajar con alguien toda una vida, y que diga “a mí no me gusta lo que él hace”. ¿Cuál sería el sentido de que estuviéramos juntos? La lógica es que si practicamos lo mismo, vamos para el mismo lado. Es lo que yo busco, lo que ustedes buscan: compartir un rumbo. Pero si lo compartimos solamente para buscar una graduación, mejor no lo hagamos. Cualquier otro maestro se la va a dar igual. Esto nos permite que la gente que practica Aikido tenga una apertura mental grande, y que pueda hacer un Aikido más desarrollado. Para eso sirven los seminarios. Cuando uno se enfoca en los seminarios comprende que no se trata simplemente de traer un maestro; hay que pensar que ese maestro que uno trae va a afectar al grupo de practicantes por un transcurso de tiempo que va, por lo menos, de 3 a 5 años. ¿De qué manera los alimentará, cuál será la semilla que plantará en cada uno? No es algo tan sencillo como puede parecer. A cada maestro hay que traerlo repetidas veces para que los alumnos puedan entender la idiosincrasia de lo que él quiere transmitir. Así es como se cultiva la semilla que dejará en cada uno. Mi trabajo es organizar los seminarios para que muchos de ustedes puedan nutrirse con ellos, y así logren tener una mayor amplitud mental.

¿Qué nos puede contar del momento fundacional del CDA (Centro de Difusión del Aikido)? ¿En qué año, por ejemplo, se montó el primer dojo?
El primer dojo se montó en el año 1978. Vine a la Argentina en junio de ese año. A partir de entonces arrancamos en Burzaco (que en ese momento era la casa central y ahora quedó como la casa matriz del CDA). Así nació el Centro de Difusión. Aikikai Sakanashi Dojo fue el primer dojo exclusivo de Aikido que tuvimos en nuestro país. Lo que ocurre es que no lo informé a Japón por respeto a mis superiores aquí. Kurata sensei llevaba por lo menos 10 años más que yo en el país, y con Miyazawa sensei ocurría más o menos lo mismo. Sin embargo, ellos daban clase en un club y no en un dojo privado, como el que yo pasé tiempo construyendo. Finalmente, declaré la existencia del dojo casi 11 años después de haberlo fundado.

577481_322817294458805_555135529_n
Tachi dori por Sakanashi sensei en su dojo matriz de Burzaco. Buenos Aires. Argentina

¿Conserva algún alumno de aquella época?
Sí, Omar Parma es alumno de aquella época. Celestino Ferro, Leandro Ferro, Claudio Herrera y casi todos los 5tos.y 4tos. danes son de ese tiempo. También abandonó mucha gente, pero tiene su lógica: yo tampoco sabía enseñar. Llegaban a cinturón negro porque los exprimía. En lo personal, fui adquiriendo la experiencia de enseñar con los años, así que, si se graduaron de 1ros. danes, la verdad, fue más mérito de ellos que mío. Todos nos vamos “haciendo” en el camino.

Con respecto al Aikido y la salud, ¿cuáles son los beneficios que, según usted, aporta nuestra disciplina al bienestar de las personas?
Sobre los beneficios que el Aikido tiene para la salud puedo contarles cientos de anécdotas. Muchísimas personas han recuperado su salud a través de la práctica. Sin embargo, yo creo que Aikido, más que curar, lo que hace es magnificar las capacidades de las personas. Eso no quiere decir que las convierta en buenas o malas. Como decía Facundo Cabral, “el que es tonto acá es tonto allá”, no cambia nunca. Entonces, el que es inteligente, el que es malo, el que es estafador, sea lo que sea que tenga su mentalidad, no va a cambiar por obra del Aikido; lo que produce el cambio es que esa persona tenga la voluntad de, a través de Aikido, transformarse. Las personas que aman Aikido empiezan a cambiar porque se aman también a sí mismas. Yo digo “esto me gusta”; entonces, como me gusta, quiero cambiar lo que sea necesario para poder seguir haciéndolo, para poder seguir practicando. Ahora, si profundizamos sobre la actitud mental, ¿por qué o cómo nos ayuda Aikido? Nos ayuda porque, en un principio, por más que nos digan que no compitamos, uno entra al tatami y compite, eso es lo que se hace hasta, por lo menos, cinturón negro. Cuando llegan a 1er. dan, algunos practicantes hacen un clic, mientras que otros tardan un poco más en pasar por eso. Pero ese clic ocurre cuando vamos al dojo, dejamos de chocar con el otro, dejamos de lado el ego y lo que hacemos es tratar de trabajar más relajados, menos tensos, menos con actitud de choque. A otros no les pasa. Piensan: “ahora soy cinturón negro, así que a mí no me van a mover” y, de ese modo, continúa trabajando el ego. Por eso digo que Aikido no cambia a las personas. Ahora, si logramos que la persona busque trabajar con el ego porque quiere modificarlo, lo hace. A través de Aikido logra hacerlo, porque cuando tiene relaciones con otra gente, de algún modo aprende a soportar más, de algún modo trata de comprender mejor al otro, que es lo que hacemos a partir de un katatedori (agarre de muñeca): simplemente, si un compañero sujeta con fuerza a otro, y el segundo no se mueve, puede comprenderse la situación de varias formas. Una de ellas es pensar, en el caso de nage, “yo soy fuerte y, por eso, no me puede mover”. La otra es decir “soy más graduado, tengo más fuerza que él, pero, también, tengo otro modo de vida, por eso no me mueve; entonces tengo que usar mi fuerza para ayudarlo a que él mejore su técnica. De lo contrario, si uso mi fuerza para que él no haga la técnica, lo único que logro es alimentar mi ego. Tenemos varias campanas para escuchar a partir de una misma circunstancia.

Un dojo, casi por definición, es un ámbito de unión en donde se encuentran caminos; sin embargo, vemos que cada día se abren más dojos. Algunos son el resultado de fracturas de grandes escuelas. Entonces, ¿esa separación es necesaria? ¿Es algo que se da naturalmente para, de algún modo, hacer posible la unión?
No son más dojos los que se abren, son más escuelas… Esa ruptura que ustedes advierten no tendría que ser algo natural. Todo alumno que no reconozca a su maestro, que quiera ignorarlo y abrir su propia escuela o, por ejemplo, representar a alguien de afuera, nunca va a entender el corazón de lo que está aprendiendo porque está rompiendo una regla de principios. Hay un principio que indica, por ejemplo, que uno no puede desconocer a sus padres. Un padre, una madre, puede tener tal o cual defecto; otra pareja de papás puede tener tales o cuales virtudes. Uno no cambia a sus propios padres por esas últimas personas. Tus padres son tus padres, sea en la vida o sea en un arte marcial; son las personas que te ayudaron a dar los primeros pasos, a hacer la primer caída. Nos guste o no, hemos sido construidos así. Puede ser que, más tarde, entremos en desacuerdo con nuestros padres. Pero hay una falla enorme en echarles la culpa a los demás en vez de decir “puedo cambiar y modificarme”. Cuando seguimos nuestro ego, decimos “yo entiendo esto del Aikido y no aquello, así que ahora quiero dejar a mi maestro y ser representante de fulano”.

¿La raíz de los quiebres recientes es entonces el ego?
El ego, la ambición de poder, la ambición ante la gente. Desgraciadamente, muchas personas, cuando se separan y abren sus propias escuelas, lo hacen porque tienen 20 o 30 alumnos que los siguen. Creen que contar con eso los convierte en maestros de su dojo. Yo siempre digo que son como “el rey sapo de un charco”: en el charco son los reyes, en el dojo les dicen “sensei, usted, qué maravilla”, “lo vi practicar en el seminario y es mejor que cualquier otro graduado, usted es el mejor”. Y el rey sapo sale y contesta (gesto de agrandado): “¿te parece?” “¿Vos creés?” Por fin, el resultado de todo esto es que dice “bueno, entonces yo puedo dirigir mi escuela”. “¿Cuál es la diferencia entre tener 2.000 alumnos y tener solamente 30?
Un acto como el que estamos comentando, guiado exclusivamente por el ego, puede destruir la vida de personas que realmente están dedicándole la vida al Aikido. Al mismo tiempo, tampoco es buena la actitud de los que van y, simplemente, le chupan las medias al maestro. “No, sensei, usted es el mejor maestro del mundo”. Piensan que el maestro les va a dar más graduación por eso, están ahí como sujetándolo. Esas personas son las que menos compromiso establecen con el Aikido. Solo se ocupan de alimentar el ego de su maestro para obtener una mejor posición. Pero después, cuando se les termina la “calentura del Aikido”, por decirlo así, hacen natación, por ejemplo, o cualquier otra actividad. No tenían un verdadero compromiso con la disciplina; buscaban sólo posicionarse en un buen lugar. Si un maestro no es capaz de ver estas cosas, tampoco sus alumnos las verán. En Japón, con respecto a esto, hay un dicho que dice: “olla rota y una tapa rota, ninguna de las dos sirve”.

Este proceso de separaciones también se dio, creemos, en la época final de Osensei. ¿Qué opina al respecto?
Sucede en todos los ámbitos en los que hay seres humanos. Pero Osensei no vivió exactamente eso, porque no llegó a tener multitud de alumnos. Tuvo, apenas, cerca de 10 alumnos que él mismo creó, nada más.

Estamos pensando, por ejemplo, en que fueron surgiendo líneas como la de Iwama y otras, a modo de desprendimientos que no se enrolaron bajo la órbita de Aikikai…
Sí, pero hay un problema con eso. En Japón existe una expresión que dice “tatemae, honne”. Honne (本音) es lo que pienso en mi hara, tatemae (建前) es un pensamiento más bien diplomático. Por ejemplo, en cuanto al caso que mencionan de Iwama, Saito sensei cuidó a Osensei hasta su muerte. Es cierto que la línea de Iwama es un desprendimiento, pero Saito Sensei siguió siempre las reglas del Fundador tal como eran. Doshu Kisshomaru Ueshiba, el papá del Doshu actual, fue una persona que también mantuvo las reglas de Osensei. Sin embargo, le tocó vivir una época distinta, un momento diferente del Aikido. Fue el tiempo en que la disciplina comenzó a crecer y expandirse; él defendió el sistema y dejó todo planificado para el Doshu actual. Tal vez tenía algunas diferencias con Saito sensei, pero ambos se respetaban (esto es “tatemae”). El caso de Ki Aikido, otro de los desprendimientos, es diferente. Tôhei sensei era pariente de Osensei. Quizás tuvo más que ver con política familiar que con política del Aikido. Después hubo también el caso de Yoshinkan, una de las primeras líneas que se abrieron, contra eso no se puede hacer nada. Yo supongo que hoy, en Japón, hay innumerables escuelas; usan el nombre de Osensei pero no necesariamente pertenecen a Aikikai. Eso puede ser libre, pero la realidad es que nuestro trabajo es defender la línea de Ueshiba sensei. Aikikai hace eso. Yo estoy en eso, estoy en esa línea.

Finalmente –y antes de la clase celebratoria que vamos a compartir– ¿quiere comentar algo sobre su nueva graduación?
Katô sensei fue quien hizo la tramitación para que me otorguen el 7mo. dan. Creo que él, viendo ya cuántos años llevaba como 6to. dan, dijo “ya es hora de que se gradúe como 7mo.” Lo vio como lastimoso, supongo (en tono de broma), e hizo la gestión ante Doshu junto con Osawa Hayato sensei, de Hombu dojo. Pidieron que me otorguen 7mo. dan y Hombu dojo lo aceptó. Así que no hay ningún mérito mío en esto. El único mérito es la constancia, es haber estado, durante todo este tiempo, enseñando siempre. No hay otra cosa. No crean que, de ahora en adelante, podré levantar un camión o hacer volar un auto. Uno es un buen 1er. dan cuando ya tiene el 2do. Se es un buen 2do. dan cuando se alcanza el tercero. Entonces, cuando sea 8vo. dan, dentro de 15 o 20 años, podré decirles qué tal es mi 7mo. dan. Mientras tanto, no es algo tan importante.

Sakanashi sensei en el festejo por su 7mo. dan. Esta sería su última clase multitudinaria.

Usted es un excelente 6to. dan entonces…
Ja, ja, tal vez sea así. No lo sé, realmente. Al menos, parece que Katô sensei creyó eso al recomendarme frente a Hombu dojo.

Esta segunda y última parte de la entrevista a nuestro Shihan concluyó, como referimos al comienzo del artículo, minutos antes de la clase celebratoria por su 7mo. dan. En aquella ocasión se congregaron más de cien practicantes sobre el tatami de Seiki Dojo. Fue una tarde de intenso calor, pero de una alegría y un compromiso máximos.
Afortunadamente, hay bastante material fotográfico y fílmico que lo atestigua.
Con todo, ¿cómo olvidar los instantes en que fue deteniendo su mirada sobre cada uno de los que allí estuvimos? Quien no haya percibido esa manifiesta intención suya, sin lugar a dudas, no estuvo atento durante la clase.
También queremos recordar, no sin tristeza hoy, la firme intención que tenía de seguir colaborando con Pequeños Universos. Había acordado con este equipo periodístico un ciclo de charlas.
Nada hacía suponer que, seis días más tarde, Sakanashi Masafumi Shihan abandonaría este mundo para seguir practicando en algún otro lugar.
Nuevamente, desde lo más profundo de nuestro hara, queremos decir: ¡muchas gracias, Sensei!

Notas:
(1) Shinnen Geiko es la primer práctica de Aikido del año. En Hombu Dojo, Japón, se realiza a las 00:00 hs. del 1 de enero. En Buenos Aires, el CDA (Centro de Difusión del Aikido) abre sus puertas hacia la tarde del mismo día con el propósito de comenzar el año practicando. La entrada a esta clase suele ser libre y gratuita, y su conducción, hasta enero de 2012, estuvo a cargo de Sakanashi Masafumi Shihan.
(2) Ubicado en Tte. Gral. Juan Domingo Perón 1972/74, en el barrio de Congreso,centro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

24 comentarios en “Entrevista al Shihan Sakanashi Masafumi: El legado de un maestro

  1. gabriel kraisman

    Muchísimas gracias por esta tarea. Pude escuchar el sonido de su voz mientras lo leía y eso no es sólo producto de mi memoria: la edición del trabajo muestra el respeto que le han tenido al realizarla. Una vez más, conmocionado, gracias.
    Gabriel Kraisman

    1. Muchas gracias por sus palabras, Sensei. Tal como usted afirma, la entrevista tiene mucho trabajo detrás. La mejor recompensa de ese trabajo es que usted, y todos los alumnos del Shihan (e incluso quienes no han sido sus alumnos), puedan escuchar su voz en el artículo. Un sentido homenaje.

  2. Andres

    Muy buena entrevista! Felicitaciones y agradecimientos a Pequeños Universos.
    Sus palabras siguen resonando fuerte y mas vigentes que nunca.

  3. alberto diaz

    Gracias. Una emoción profunda se siente al leer y escuchar las palabras de nuestro maestro. Impresionante labor compañeros! Nuevamente gracias! Alberto Diaz

  4. Jordan

    Los felicito por este excelente trabajo. Da para releerlo varias veces. Seguramente en las próximas lecturas hare mas comentarios.
    O me traeran a la mente mas palabras del Shihan.

    1. Muchas gracias a todos los comentaristas de esta publicación. Sabemos que entre ellos se cuentan distinguidos discípulos del Maestro. También sabemos que los comentarios seguirán multiplicándose conforme avance el tiempo. Es un orgullo y una enorme alegría contar con estas devoluciones de lectura y con este merecido homenaje a Sakanashi Masafumi Shihan.

  5. Raúl Mateos

    Excelente entrevista. Muy enriquecedora por lo dicho por el Shihan y muy bien conducida. Gracias por compartirla, y por darnos la oportunidad de seguir buscando enseñanzas en las palabras del Maestro.

  6. Diego Painceira

    Muy conmovedora la Nota !!!! tuve la suerte de participar de su ultima clase ese miercoles… nada hacia sospechar este final…pero se fue en un gran momento suyo tanto desde el aikido como desde lo personal, su hijo recien recibido de abogado !!! Su 7° dan recien estrenado, el dojo puesto a nuevo, la visita de excelentes maestros , el afianzamiento de su relacion con el Hombu dojo y con el aikido latinoamericano, sus mas antiguos alumnos promovidos a 6to y 5tos danes !!!!!! Como le dije a Sensei Leonardo el dia del entierro,Todos perdimos algo ese dia…un gran padre en el caso de Sensei Leo, un GRAN maestro sus discipulos, el mundo a una Gran persona… el unico que ha ganado es el cielo…
    Sigan asi con el blog que es fantasatico !!!!
    Diego Painceira

    1. Maiana

      Cuando perdemos a alguien que consideramos un gran maestro, no tenemos mas que agradecer a Dios la gran fortuna de haberlo tenido con nosotros y haber podido nutrirnos aunque mas no sea un poco de su sabiduria.

  7. Estimados amigos!
    Como editor de un blog hermano quiero agradecerles por tan buen trabajo. Me parece maravilloso la manera en la que llevaron la entrevista a este, quien siempre será, un gran personaje.

    Mis cariños y respetos desde Venezuela

  8. Pingback: O Legado de um Mestre « Brazil Aikikai Campinas – Sangen Aikido Dojo

  9. Adriana Centurión

    Querido compañeros aikidokas, estoy muy emocionada al leer este hermosa entrevista que han hecho a Sensei!. Quiero felicitarlos por el respeto puesto en ella. La leo.. y es como si estuviera viendo y escuchando a Sensei!…y justo hoy…día del maestro!…Muchas gracias por transmitir las palabras de este gran ser de luz que tanto nos ha dado en vida y que tanto nos ha dejado para que continuemos construyendo!

  10. Juan

    Estimado Sensei:

    Todavia escucho su voz cuando los distintos problemas de la vida aparecen.
    Conoci muchas escuelas de Artes Marciales. La suya es ( y seguira siendo) la que mejores seres humanos dio.
    Gracias por su ejemplo, sus alumnos y fundamentalmente por enseñarnos.

  11. Jose Luis Veiga

    Hermosa Nota: donde las sensatas preguntas me permiten recordar la Sencillez, Humildad y Pureza de Pensamientos y Sentimientos que poseia Shihan. Gracias a Shihan y Gracias a ustedes.

  12. marcelo

    gracias sensei, como su alumno directo recién ahora estoyentendiendo sus conceptos de energía después de 24 años de practica, sigo su legado, ha sido un honor ser parte de su familia marcial, lo extraño sensei , usted siempre me apoyo en mis momentos mas duros de la vida, solamente gracias.seguire su camino acompañanado a mis alumnos hacia su despertar del aikido, gracias.

Escribe aquí tus pensamientos