Saito Morihiro

«El mundo del Aikido, poco a poco, se aleja de las técnicas de Osensei. Sin embargo, que las técnicas de Aikido se debiliten no es una buena cosa, porque el Aikido es un arte marcial. Mi práctica de Aikido es siempre tradicional, la forma de estilo antiguo. Ahora estoy cuidando el dojo de mi Sensei. Además, soy el guardián del santuario Aiki, el único en el mundo. Muchos profesores crean sus propias técnicas, pero no puedo hacer eso, ¡tengo la cabeza dura! Estoy siguiendo con exactitud las enseñanzas de mi Sensei.»

«Cuando comencé a enseñarme a mí mismo, me di cuenta de que la forma de enseñanza de Osensei no resultaba apropiada, así que tuve que clasificar y organizar sus técnicas de jo. Resumí todo en 20 movimientos básicos que he llamado «suburi», lo que incluye tsuki, uchikomi, hassogaeshi y así sucesivamente; esta metodología hizo más fácil que los estudiantes aprendieran. Y se enseñó por primera vez cómo blandir una espada. Yo organicé lo que aprendí; he organizado estos kumijo y suburi de la espada. El método de Osensei puede haber sido bueno para aplicar en clases particulares, pero no para enseñar a grupos. En su método no había nombres de técnicas. Fue por eso que se organizaron los movimientos en el tsuki, uchikomi y kaeshi (movimientos de giro) y se les dieron los nombres.»
Saito Morihiro Sensei

El 13 de mayo de 2002 fallecía, a la edad de 74 años, Morihiro Saito Sensei, 9º dan de Aikido. Este maestro fue quien estudió durante más tiempo con Osensei (un total de 23 años). Tras el fallecimiento del fundador en 1969, Saito Sensei quedó como guardián y protector del Santuario Aiki de Iwama, construido para la preservación y el cuidado de la técnica y el espíritu del Aikido. Allí, vivió el fundador a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, y fue allí también donde nació el término “Aikido”, luego de que Osensei transformara su arte del Aiki-bujutsu en Aiki-budo, para finalmente llegar al Aikido o la vía del Aiki. Por ello, ese ámbito es reconocido como el lugar de nacimiento del Aikido.

El Santuario Aiki es, además, uno de los cuatro lugares en donde descansan las cenizas de Osensei, junto con el templo de la Familia Ueshiba en Tanabe, el cementerio de la familia Ueshiba en Ayabe y el Gran templo y Santuario de Kumano.

Saito Sensei comenzó el estudio del Aikido con Osensei en 1946, a los 18 años. Durante toda su vida, combinó el aprendizaje y la enseñanza del Aikido con su trabajo en la Compañía Nacional de Ferrocarriles, hasta su jubilación. Llegó al Aikido desde el Karate y el Kendo, como muchos de los practicantes de aquellos años.

Se hizo famoso por su fuerza y su vigoroso método de entrenamiento, pero, sobre todo, fue conocido por su labor de preservación del Aikido tal y como Osensei lo legó. Enseñaba las técnicas como las había aprendido del fundador, y ese estilo acabó teniendo nombre propio: la línea Iwama Ryu.

Extendió mundialmente esa escuela y recibió, como alumnos internos en Iwama, a profesores de cualquier nacionalidad. Dirigió seminarios multitudinarios y fue, además, autor de un aclamado manual en 5 volúmenes –Traditional Aikido– y del libro Takemusu Aikido.

El Aikido moderno, tal y como que se practica hoy en día en la mayor parte del mundo, deriva de la interpretación de famosos maestros como Gozo Shioda, Koichi Tohei, el propio hijo del fundador –Kishomaru Ueshiba–, Kenji Tomiki, Minoru Mochizuki y tantos otros alumnos del creador del arte. A partir de la década de 1950, estos famosos maestros introdujeron sus propias ideas y modificaciones personales en el arte enseñado por Osensei. La razón de esto se explica fácilmente por los eventos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, época del retiro voluntario del fundador de la disciplina en Iwama. También, se debe al hecho de que el hijo de Osensei, Kishomaru Ueshiba, tuvo que dedicarse de lleno a la enseñanza y la administración del dojo central del Aikikai de Tokio (Hombu Dojo), que fuera fundado también por el propio creador del Aikido. Hoy en día, esta es la sede de la Fundación Aikikai.

Casi todos los viejos alumnos que practicaban en Iwama se alejaron de aquel dojo. Muchos lo hicieron durante la guerra; otros, un poco después, ya que la vida en Iwama era muy dura (había carencia de alimentos y era necesario trabajar la tierra para subsistir). Sin embargo, Saito Sensei estuvo siempre al lado del fundador en aquellos años difíciles, y lo ayudó aún con los trabajos más humildes. Osensei confió completamente en su devoto alumno y le enseñó su arte tanto desde el punto de vista teórico como técnico. Saito Sensei se limitó a memorizar, a estudiar y a ayudar al Maestro.

Lo que caracterizó la enseñanza de Saito Sensei fue que otorgó la misma importancia a las técnicas de Tai-Jutsu (técnicas de manos libres) y al Buki-Waza (Técnicas con armas), que comprende el estudio del Ken (espada) y del Jo (bastón). Esta interrelación entre el Tai-jutsu, el Jo y el Ken era, según el fundador, determinante para el estudio del Aikido, y Saito Sensei basó toda su pedagogía en la aplicación meticulosa de estos principios.

A raíz del fallecimiento del maestro Morihiro Saito, el antiguo Dojo de Iwama se encuentra bajo control de su heredero legal, el Doshu Moriteru Ueshiba, nieto del fundador, quien preside la fundación Aikikai (que es la organización de Aikido más grande del mundo).

Adaptado de Aikido Iwama Shinshin Aiki Shurenkai – Mendoza, Argentina.

A continuación reproducimos un artículo conmemorativo de Chiba Sensei, originalmente escrito para Biran, the Aikido Journal of Birankai/USAF-Western Region.

T. K. Chiba, 8º dan de Aikido, Shihan.

“El mundo del Aikido ha sufrido otra enorme pérdida con la muerte de Morihiro Saito Shihan, quien falleció el 13 de Mayo de 2002. Fue uno de los discípulos de Morihei Ueshiba más antiguos y que durante más tiempo lo siguió, y fue el encargado del Santuario Aiki en Iwama, Prefectura de Ibaraki en Japón. Su relevante influencia puede verse directa e indirectamente en casi cualquier parte del globo.

Él, a menudo, llamó a su arte «Aikido tradicional». Indiscutiblemente, su estilo era portador del peso de la transmisión directa de Osensei, tanto en lo que respecta a su esencia como desde una perspectiva histórica.

He sido muy afortunado al haber tenido la oportunidad de aprender el arte de la mano de Saito Sensei, tanto en los tiempos en que me convertí en uchideshi en el dojo de Iwama, a finales de los años 50, como cuando nos enseñaba en el Hombu Dojo, un domingo al mes, a principios de los 60.

Todavía puedo oír el sonido de sus pasos aproximándose al dojo, desde su casa en Iwama, que no distaba ni 50 metros del mismo, a primera hora del día, para la clase de la mañana. Cuando el característico sonido de los geta (calzado de madera) resonaba por todo el gélido bosque de pinos, era conscientemente de que tenía que despertarme y pensaba: «aquí viene». No solo tenía que estar preparado para el entrenamiento en el tatami, sino que también debía estar seguro de que todo se había hecho exactamente como correspondía. Ni una sola cosa, ni la más minúscula, podía ser pasada por alto o descuidada una sola vez.

En Iwama, salvo que coincidiese con su turno de trabajo (trabajaba para la Compañía Nacional de Ferrocarriles), Saito Sensei tenía a su cargo la clase de las primeras horas de la mañana y la de la tarde. De vez en cuando, Osensei también impartía la clase de la tarde o acudía a ver la clase. Se sentaba frente al kamiza con los ojos de un águila, sin decir nada, completamente inmóvil, mientras Saito Sensei dirigía la clase. Osensei, a menudo, resaltaba la importancia del katai-keiko, que en japonés significa “ser duro, vigoroso, lleno de fuerza”.

El entrenamiento y la atmósfera en Iwama no solo eran diferentes de lo que yo había experimentado en Hombu Dojo, sino, además, totalmente opuestos. Se debía a que el entrenamiento de Hombu buscaba, sobre todo, el flujo del ki, lo que me producía confusión en un principio.

Gran parte del los miembros del Iwama Dojo eran granjeros locales, duros trabajadores que pasaban todo el día en los campos. Eran de fuerte constitución y gran fuerza física, combinada con el típico carácter local, conocido como «Mito kishitsu», un tipo de valor cercano a la gallardía. En suma, era una cultura bastante diferente a la de Hombu Dojo en Tokyo, donde, como capital de Japón, sus miembros eran ejecutivos, intelectuales, hombres de negocios, políticos y estudiantes universitarios.

Cualquiera que fuese a visitar el dojo de Iwama desde Hombu debía parecer pálido y débil. De hecho, los estudiantes de Iwama nos trataban a los del Hombu como tales y practicaban con nosotros con gran vigor. Era cuestión de supervivencia para los de Hombu Dojo, incluyendo a los uchideshi como yo. Y Saito Sensei estaba en lo alto de aquella montaña que teníamos que escalar con todas nuestras fuerzas.

Naturalmente, Iwama no era un sitio muy popular para los uchideshi de Hombu, no solo debido a los retos con los que se iban a encontrar allí, sino también por las diarias e intensas obligaciones que tenían como uchideshis. Eso incluía el trabajo en la granja, el cuidado del dojo y del santuario, y la parte más difícil, que era cuidar de la anciana pareja, Osensei y su mujer, lo que resultaba simplemente insoportable para la mayoría de los chicos de ciudad acostumbrados al clamor y lujo de la vida urbana.

En ocasiones, Osensei también daba clase durante el día en el bosque que rodea al dojo. El entrenamiento consistía, sobre todo, en un enérgico trabajo de yokogi-uchi individual o con compañero. Tradicionalmente, este es un sistema de entrenamiento famoso de la Escuela Jigen en Kagoshima, en el sur de Japón, durante el cual el practicante golpea continuamente haces de ramas recién cortadas y depositadas sobre una base de madera. La primera vez que probé este entrenamiento, al cabo de diez minutos había perdido la piel de las manos y comencé a sangrar.

Saito Sensei parecía siempre consciente de la presencia de Osensei, estuviese este físicamente o no en Iwama. Saito Sensei no establecía diferencias en su manera de enseñar, pero era siempre fiel a los fundamentos del katai-keiko.

Recuerdo muy bien una exhibición que llevó a cabo con otros Shihanes frente a Osensei, con ocasión de la Celebración del Año Nuevo en Hombu Dojo. Él solamente hizo katadori ikkyo, tan sencillamente como solía hacerlo en sus clases. Conocía muy bien el peligro de hacer cualquier otra cosa frente a Osensei.

Soy muy consciente de la gran contribución y el servicio que Saito Sensei ha rendido al mundo del Aikido. Personalmente, creo que fue no solo uno de los más grandes profesores de Aikido, sino que, además, prestó un gran apoyo al fundador y a su esposa en sus últimos años, lo que nació de un profundo respeto y lealtad por parte de Saito Sensei hacia su profesor.

A menudo me pregunto si yo hubiese tenido su misma fuerza de voluntad, comprometiéndome a tal grado de sacrificio personal y tal cantidad de trabajo, pues incluso los miembros de la familia podrían haber dudado frente a semejante tarea.

Cualquier persona que haya conocido el carácter de Osensei y de su mujer sabe que no se trató de una tarea fácil. Los valores que adoptaban para su vida eran muy diferentes a los propios del Japón moderno. Cuando miro atrás, no puedo sino imaginar que debía haber algo más allá del respeto y la lealtad en lo que Saito Sensei sentía por su maestro. Solo puedo pensar que era algo parecido a una estética con la que se educó, que guardó en su corazón y murió con él. Lo veo como un bello ejemplo de la personificación de la esencia del guerrero.

Del mismo modo en que cambian las generaciones, la historia personal de Saito Sensei irá siendo olvidada e ignorada, permanecerá oculta por la historia oficial del Aikido. Esta es una parte muy privada de la historia de la disciplina; su virtud, junto con el sacrificio de su familia, merece reconocimiento, respeto y gratitud, y debería ser recordada por las generaciones que vengan. Puesto que fui testigo de este episodio de la historia con mis propios ojos, creo que es parte de mi responsabilidad escribir una nota como esta.

Esta es la elegía que quería ofrecer a Saito Sensei, en su honor. Y rezo, con mis más profundos votos, por su eterno descanso. Gassho.”

6 comentarios en “Saito Morihiro

  1. Enrique

    Excelente. Saito Sensei ha sido un inspirador y modelo de muchos Aikidoka y ha influído poderosamente en los uchideshi de O Sensei. Saotome Sensei siempre que se refería a Saito Shihan lo hacía diciendo que si O Sensei fue el padre del Aikidô, Saito fue la madre. Saotome lo consideraba el nº1 después de O Sensei

  2. Jorge Urzua

    Tuve la suerte de conocer a sensei pranin, el cual me ilustró la magnífica persona que era saito sensei, se respeto y humildad no tiene límite

  3. Excelente artículo y muy bien explicado. He practicado el estilo Iwama que enseñando el hijo de Morihiro Saito y también el estilo de Aikido Fundamental (Faa) del Sensei Daniel Tountain quien fue el alumno más avanzado de Morihiro Saito y ambos son diferentes aunque muy potentes. Aikido sigue evolucionando de la mano de aquellos que lo continúan, simplemente no se puede mantener estático porque es una manifestación de la naturaleza y como tal cambia y crece. Me encantan!

Escribe aquí tus pensamientos