José Watanabe, poeta nikkei peruano (Primera entrega: espíritu de haiku)

 

José Watanabe (1946-2007)

En Perú vieron
a los primeros barcos
venir de Oriente.

Por Francisco Laborde

Formalmente, lo que antecede es un haiku (es una composición poética compuesta por tres versos de cinco, siete y cinco unidades métricas). Sin embargo, esos versos no tienen espíritu de haiku.

Se trata, más bien, de un conjunto de tres versos, bastante pobres por cierto, que describen un hecho histórico: en Perú dicen que los primeros barcos, los pobladores originales, vinieron de Oriente, y es muy probable que así haya sido. El haiku, por el contrario, es una composición poética de otro tipo, reflexiva o bien, como ya propuso Pequeños Universos aquí, sugestiva.

El haiku, en general, encuentra al poeta de cara a la Naturaleza, y utiliza comúnmente breves narraciones o parábolas. El mismo Watanabe nos dice qué es una parábola en un poema de Habitó entre nosotros, poemario de la vida y muerte de Jesús de Nazaret:

RAZÓN DE LAS PARÁBOLAS

La Palabra
siendo como es, divina, se pronuncia
con lengua de hombres,
lengua efímera pero tocada
por una gracia: la parábola
aquella pequeña historia
que guarda una serena ansia: ser de todos.
(…)

Olvidé otra ansia de la parábola:
durar. Recordadas sean por siempre
todas
porque todas son una, La Palabra,
que por ahora soy yo.” (1)

En su búsqueda de lo universal, el espíritu de haiku es “realidad esencial anterior al lenguaje (…) por eso su forma es generalmente un sintagma nominal sumamente breve, y si incluye algún verbo, éste aparece desposeído de flexiones temporales y personales. La forma lingüística original del haiku en japonés aún permite expresar la no dualidad entre sujeto y objeto. La experiencia del haiku es total y absoluta, aquí y ahora. No soy “yo” el que se asombra de la belleza de la luna, y después plasmo “mi” asombro en un poema.” (2)

La poesía de Watanabe es otro caso. Muchos de sus poemas no son formalmente un haiku, pero tienen espíritu de haiku.

El padre de Watanabe, Don Harumi (3) no vino en uno de esos barcos originales tampoco. Fue un inmigrante japonés en el Perú del siglo pasado, que trajo libros en su valija, y que traducía a un José Watanabe niño (“sin ninguna intención educativa” como decía el propio José) poemas de Basho entre “pleito de pollos y patos de corral”. Watanabe padre trabajó, en un principio, cortando caña de azúcar, y luego en el campo donde conoció a la serrana “Señora Coneja” (4) madre del poeta. José nació en Laredo, Trujillo, en 1946. «Mis cinco hermanos mayores, una vez terminada la escuela primaria, se incorporaron a la mano de obra de la hacienda. Pero un día mi padre compró un huachito de la lotería de Lima y Callao, y se sacó un premio. Gracias a eso me envió a estudiar al Colegio Nacional San Juan de Trujillo, el colegio en que enseñó César Vallejo, quien tuvo allí como alumno a Ciro Alegría». (5)

José Watanabe fue director artístico y escenógrafo, guionista de cine (Maruja en el infierno -1983-, La ciudad y los perros -1985- y Alias, la Gringa -1994-) y televisión, y poeta. Sabemos, también, que estudió arquitectura, y que sentía devoción por la pintura. Su primer poemario, Álbum de familia (Premio joven del Perú), data de 1971, lo cual le valió quedar dentro de la generación del 70’. Esto no lo define sin embargo: su “otro realismo” poético, el de las cosas cotidianas, su rigurosa transparencia en el lenguaje, muestra un universo auténtico, único, que difícilmente cabe dentro de ese mote. Esperó 18 años para volver a publicar, hasta 1989, año en el que apareció El huso de la palabra. En 1994 edita Historia Natural y en 1999 Cosas del cuerpo. Del año 2000 es la brillante versión libre de la tragedia Antígona, de Sófocles. Su libro subsiguiente, Habitó entre nosotros, del año 2002, que mencionáramos junto a “Razón de las parábolas”, aparece dedicado a la memoria de su padre. En 2005 por primera vez Pre-Textos publica un libro suyo, La piedra alada, al que le seguirá el último libro editado en vida por el autor, Banderas detrás de la Niebla, de 2006. José Watanabe falleció en abril de 2007, y al año siguiente Pre-Textos reunió su obra en Poesía completa, con poemas inéditos al final de la edición, entre ellos, un breve guión escrito en clave poética.

Para el poeta colombiano Darío Jaramillo Agudello, la poesía de Watanabe es predominante descriptiva, “deliberadamente visual”. Pero más que una mirada del mundo, damos con un estado contemplativo: “La parca precisión de Watanabe, la fidelidad del verbo con la contemplación, el laconismo del poeta que escribe solamente las palabras que necesita para contarnos la fisura de la realidad que sólo él ha visto, para decirla sin dramatismo (…), sin desbordarse nunca.” (6) Así, Watanabe mantiene un “tono sin sobresaltos [en el que] parece conversando, a veces, con él mismo, con nadie más, tan sólo susurro íntimo. No hay estridencia, no hay excesos”. (7) Así es poesía “austera, directa, precisa”. (8)

Volviendo a la relación entre haiku y Watanabe, o mejor, al espíritu de haiku en la obra de Watanabe, dice Jaramillo Agudello: “Acaso ese estado contemplativo, esa austeridad de quien sólo usa del lenguaje las precisas palabras, acaso todo eso (más su conocimiento de la materia añadido a su ascendencia paterna del Japón), acaso todo eso, digo, conducen a asociar a Watanabe con el haiku. Con mucha frecuencia la palabra haiku aparece cuando se habla de José Watanabe. Vale la pena aclarar que en este poeta la presencia del haiku es más bien virtual. Watanabe no es un autor de haikus pero sí está inmerso en su espíritu.” (9)

Formalmente hablando, sólo hay dos haikus en la obra de Watanabe. Al final de “Imitación de Matsuo Basho” (10), tras cuatro párrafos de prosa poética José Watanabe escribe:

“A veces pienso en cabalgar nuevamente hasta esa posada para colgar en su puerta estos versos:

En la cima del risco
retozan el cabrío y su cabra.
Abajo, el abismo.

El segundo, en “Casa joven con dos muertos” (11), José Watanabe cita un haiku de Morikate:

Cae un pétalo de la flor
y de nuevo sube a la rama.
Ah, es una mariposa. 

Otros poemas de Watanabe, si bien no son haikus, en su espíritu y su brevedad resultan muy similares a ese tipo de composición poética, algo así como un haiku en verso libre, si esto fuera posible. Voy a poner dos poemas suyos, ambos de su libro Banderas detrás de la niebla, como ejemplos. El primero (12) lleva por título, justamente, el nombre de quien es considerado el mayor poeta de haikus de la historia:

BASHO

El estanque antiguo,
ninguna rana.
El poeta escribe con su bastón en la superficie.
Hace cuatro siglos que tiembla el agua.

El otro ejemplo (13), tal vez el poema más citado de Watanabe, propio de esa línea poética suya que afronta con naturalidad tanto al destino final del cuerpo como al cuerpo vivo en sí (14), es aún más breve que un haiku:

ORGASMO

¿Me dejará la muerte
gritar
como ahora?

Viendo estos “haikus en verso libre”, creados originalmente en castellano, me pregunto qué sentido tiene forzar las traducciones de haikus a tres versos con cinco, siete y cinco sílabas. Esto es lo que parece haber pensado el mismo Watanabe en Mi ojo tiene sus razones (15), en el que menciona un antiguo haiku saliéndose del corsé de la forma, con un segundo verso que es, en verdad, un octosílabo:

Entre la niebla
Toco el esfumado bote.
Luego me embarco.

De igual modo, el epígrafe de su libro Historia Natural es un haiku de Kobayashi Issa (16), que aparece traducido del japonés en tres versos de seis, ocho y cinco unidades métricas:

Regreso a mi pueblo:
todo lo que encuentro y toco
se vuelve zarza.

Más allá de esta cuestión métrica, sobre el oficio de traducir haikus en sí, en una entrevista Watanabe afirma: «Al traducir el haiku a otra lengua, como el español, estamos pensando demasiado metafóricamente, no podemos evitar la metáfora. Hay hermosos poemas, pero no son haikus. Borges, por ejemplo, escribió haikus pero no los confundió con metáforas». (17) Los haikus de Borges a los que hace referencia Watanabe, aquí

Continuando con esto del espíritu de haiku, quisiera citar dos poemas, un haiku de Basho y un poema de Watanabe, ambos ante la experiencia de una tormenta eléctrica. Si bien el poema del peruano dista de ser, en la forma seguramente, un haiku, en el sentido de que ni siquiera es breve, se me antoja encontrarlos espiritualmente similares:

Admirable aquél
que ante un relámpago
no dice: ¡la vida huye!

(Basho)

LA TORMENTA

En la cerrazón de la tormenta
sólo veía tus espaldas como sombra
en el centro de la pequeña canoa.
Sabía que te protegía de la lluvia
una vieja capucha azul.
El aburrido ruido del motor
no nos alejaba del inmenso hervidero
en que se había convertido el lago.
La tormenta
nos había puesto en la mano de un dios enfurecido.

Pero casi estábamos dichosos cuando un relámpago
iluminó los grandes árboles de la orilla del lago
y vimos ramas de oro y plata instantáneos.
Entonces volteaste y alargaste tu mano hacia mí:
también te dio miedo la súbita oferta de fulgurar
y desaparecer.

(José Watanabe) (18)

 

Notas:

(1) “Razón de las parábolas”, del libro Habitó entre nosotros. Conf. José Watanabe. Poesía Completa. Valencia: Editorial Pre-Textos, 2008, p. 311 –En adelante: José Watanabe, PC-.)
(2) Francisco F. Villalba, “Introducción”. En Matsuo Basho. Haiku de las cuatro estaciones. Madrid: Miraguano Ed., 1983, p. VIII. Unos párrafos antes el mismo autor nos dice:  “Lo más importante en el haiku no es lo que se dice sino lo que no dice. Por eso el haiku no nos comunica nada a nivel simbólico sino que más bien despierta en nosotros una consciencia trans-simbólica, imposible de definir. En el haiku no hay comunicación conceptual, ya que no pretende comunicarnos un mensaje simbólico. (…) Pero la fuerza del haiku no reside solamente en lo que no dice, sino en la intensa relación que mantiene lo dicho con lo no-dicho, lo expresado con lo no-expresado, lo visible con lo invisible.”
(3) El apodo aparece en “Este olor, su otro”, del libro Historia Natural: “El perejil anunciaba a mi padre, Don Harumi, / esperando su sopa frugal. / Gracias de este país: / un japonés que no perdonaba / ¡la ausencia en la mesa de ese secreto local de cocina!” (JW, PC, p. 162.)
(4) Este otro apodo aparece en “Responso ante el cadáver de mi madre”, del libro Banderas detrás de la niebla, PC, p. 393. Señora Coneja tuvo once hijos.
(5) Todos los comillados de este párrafo por José Watanabe. Entrevista. Fuente: http://www.caretas.com.pe/2000/1619/articulos/nikeis.phtml
(6) Jaramillo Agudello, Darío. “Prólogo.” JW, PC, pp. 10 y 12.
(7) Jaramillo Agudello, op. cit., p. 14
(8) Jaramillo Agudello, op. cit., p. 16
(9) Jaramillo Agudello, op. cit., p. 14. Las negritas son mías.
(10) “Imitación de Matsuo Basho” apareció en El huso de la palabra, PC., p. 64
(11) “Casa joven con dos muertos” apareció en Historia Natural, PC, p. 168
(12) “Basho” apareció en Banderas detrás de la niebla, PC, p. 413.
(13) “Orgasmo” Apareció en Banderas detrás de la niebla, PC, p. 400.
(14) Conf., Jaramillo Agudello, Darío, “Prólogo”, JW, PC., p. 17.
(15) “Mis ojo tiene sus razones” apareció en El huso de la palabra, PC, p. 59
(16) Epígrafe, en Historia Natural, PC, p. 123. Este haiku es retomado en El cauce vacío: “En verano, / según ley de aguas, el río Vichanzao no viene a los cañaverales. / (…) / Aquí en el cause queda fluyendo una brisa, un río / invisible / (…) / Supuse más dolor. En el regreso todo se convierte en zarza, / dijo Issa. / Pero yo camino extrañamente aliviado, / ni herido ni culposo, / por el cauce en cuyas altas paredes asoman raíces de sauces / (…)”
(17) Fuente: http://www.pre-textos.com/prensa/?p=154
(18) “La Tormenta” apareció en Banderas detrás de la niebla, PC, p. 409.

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