Conversación con Sensei Wagner Bull

Por Horacio Verdur

1. El sentido de la práctica
2. Las técnicas físicas y la realización personal
3. La razones que llevan a practicar Aikido
4. La transmisión
5. La marcialidad y el desarrollo espiritual
6. La difusión
7. Un mensaje

Además, hablamos de:
8. La iluminación
9. La práctica de la meditación
10. Aikido: la vía del medio

Estas charlas tuvieron lugar en San Pablo, la semana del 25 de setiembre de 2005, entre el maestro Wagner Bull, 6° dan de Aikido y Horacio Verdur, 3° dan de Aikido.

En sus orígenes, los movimientos de Aikido se basaron en una visión muy religiosa del mundo espiritual. De acuerdo con esa visión, la dirección en la que caminamos, los pasos que damos, la manera en que posicionamos nuestros dedos y manos, pueden crear una onda en la textura del entramado energético del universo.

Me tomó tres años mantener estas conversaciones de las que solamente he apartado unos fragmentos. Durante ese tiempo, esperé a que las razones de mi viaje maduraran, y eso demandó su buena dosis de paciencia.

Hablamos en el despacho del Sensei, en el tatami y en la sala de té del dojo, a lo largo de los seis días que estuve en San Pablo y seguí el hilo de su conversación con una atención tan marcada que me fue posible, luego, transcribir mis notas con bastante fidelidad sin necesidad de haberla grabado. Al principio de nuestras conversaciones, hablamos de mi idea de hacer un pequeño resumen para pegarlas en las paredes de nuestro Dojo en Buenos Aires y compartirlas con todos los practicantes; luego, al ver que esto resultaría imposible debido al volumen de mis notas, Sensei se sintió muy conforme frente a la idea de compartirlas a través del siguiente formato de entrevista.

El sentido de la práctica

¿Sensei, cuál sería, según su visión, el sentido último de la práctica de Aikido?
Creo que una forma de expresarlo sería la siguiente: desde la antigüedad, el ser humano adquirió el razonamiento; desgraciadamente, este gran logro lo desligó de su capacidad de percibir la realidad tal como es o, al menos, lo desligó en gran parte. Sin embargo, y afortunadamente, hubo siempre entre nosotros personas en las cuales esa obstrucción de la que hablamos no fue tan grande –esos hombres, a veces, son llamados iluminados o profetas, o budas o santos, según la cultura en la que se desarrollaron– y ellos crearon caminos, métodos y sistemas como instrumentos para ayudar a las demás personas a retornar a su condición original de percibir la realidad directamente, para salir así de las limitaciones del pensamiento. Osensei (el fundador del Aikido) fue una de esas personas; también lo fueron Buda, Jesucristo, el profeta Muhamad y tantos otros maestros.

Estos sistemas, por decirlo así, intentan no solamente ayudar a percibir la realidad tal como existe en el universo, sino que también enseñan a vivir en acuerdo con ella. Este término “realidad” que estoy utilizando puede quizás entenderse mejor si usamos, para referirnos a ella, el término japonés “kanagara”, que implica, además, la idea de algo que fluye y se mueve constantemente.  Si lo imaginamos, por ejemplo, como un arroyo o un río que fluye al que le tómaramos una foto, ¿no?;  entonces tendríamos el aquí y ahora, el momento en que estamos viviendo como una parte de la realidad que se mueve constantemente.

Este término, kanagara, que refleja entonces un mundo (de energías o vibraciones) en constante movimiento, a veces, es denominado El arroyo o río de DiosKanagara.

Dicho esto, fíjese lo siguiente: el pensamiento, fundamentalmente, obstruye y dificulta al hombre percibir la realidad; es decir, dificulta percibirla tal como es, directamente, como un río que fluye y en donde está inmerso, sin estar separado de ella. El pensamiento hace que el hombre se perciba a sí mismo como separado, fuera del río de Dios.

Entonces, se podría decir que el Aikido es uno de esos métodos que ayudan a las personas a percibir directamente la realidad pero, y esto es muy importante también, además, ayuda a utilizar el pensamiento, de manera tal que esté también envuelto en la realidad y no afuera de ella; “unido”, sería la palabra.

Cuando en Aikido se expresa la idea de “entrar en armonía con la naturaleza”, se está diciendo eso: es necesario unirse a ese río abrazándolo con el corazón y entendiéndolo con el pensamiento.

Este concepto trasciende las palabras o las ideas que se puedan tener de ello; esta es sólo una manera de expresarlo. No hay forma de abarcar este concepto en su totalidad con palabras. Por eso es que se dice “entrar en armonía con la naturaleza” como una forma de expresarlo, pero que es necesariamente incompleta.

Una cosa interesante que tiene el Aikido, y que lo hace atractivo para mí, es que no descarta ni el pensamiento ni el ego ni la razón, sino que los incluye. Pero no los incluye tal como son ahora; ahora estas funciones no están lo suficientemente refinadas.

Con la práctica, se desarrolla una forma muy especial de pensamiento conocida como “intuición”. Hoy, en cualquiera de nosotros, el pensamiento puro y la intuición pura están siempre en tensión, están chocando, y es necesario que esa tensión sea desalojada, para que la percepción se haga plena; por eso, digo que el pensamiento ahora, tal como está, no se encuentra suficientemente refinado. El pensamiento común, sólo por sí mismo, no puede abarcar ni percibir la realidad porque siempre es paradójica; es decir, la realidad abarca todos los aspectos de una cosa o de un hecho al mismo tiempo, inclusive aquellos aspectos que son o que parecen opuestos.

En general, podría decirse que la realidad no responde a la lógica; es más bien ilógica. De ahí que en algunos sistemas como el Zen, por ejemplo, se utilice lo ilógico, el llamado no-pensamiento, como una de las formas de enseñar a percibir la paradoja que es la realidad. Sin embargo, el Zen trata en gran medida de eliminar el pensamiento. El Aikido, por el contrario, trata de incluirlo.

Por ejemplo, hay un pequeño relato Zen que cuenta la historia de un alumno, quien acude a ver a un maestro para que este le enseñe. Entonces, el maestro lo mira y le pregunta: “¿Quién es usted?” El futuro alumno empieza a hablar y a contarle quién es, cuál es su experiencia, lo que ha hecho y lo que hace. En fin, describe con lujo de detalles todos sus títulos y conocimientos. Mientras el alumno continúa contando, el maestro le alcanza una taza de té y se la da en la mano. Entre tanto, el alumno sigue y sigue hablando. El maestro le comienza a servir el té y le va llenando la taza lentamente. Llega un momento en que la taza rebalsa y le quema las manos; se le derrama el té sobre toda la ropa. “Maestro: ¿qué hace? ¡Me estoy quemando!”, grita el alumno desesperado. Y el maestro le dice: “Estás lleno como esta taza, rebalsas conocimiento. ¿Cómo podría yo meter algo en esa taza si ya no queda espacio para nada? Debes vaciar la taza si quieres que entre algo nuevo.”

Ese es el concepto Zen. Entrar en el Vacío, vaciar la mente, vaciarla de pensamiento para percibir la realidad directamente. En Aikido el problema se resuelve de otra manera.

En lugar de vaciar la taza, en Aikido se propone agrandar la taza, para que todo lo que tenga que entrar entre. Aikido es, en esencia, juntar y no vaciar. Para el Aikido, el pensamiento tiene que estar junto con la realidad que tratamos de percibir, porque es natural que pensemos. El pensamiento, para el hombre, es algo natural  que debe usar e incluir entre sus herramientas. Eliminarlo no me parece algo natural. Aikido enseña de esa forma, entrena de esa manera.

Para sintetizar, y en respuesta a su pregunta, yo creo que –esto es lo que pienso ahora, hoy, en Setiembre de 2005– el Aikido es el medio creado por Osensei para retornar a la naturaleza original y percibir la realidad tal cual es; finalmente, para participar junto con ella de su corriente, conservando la propia identidad, es decir, lo que usted trajo al mundo como legado del pasado, de sus ancestros.

Sensei Wagner Bull dictando un seminario en Manaus.

Las técnicas físicas

¿Es posible, entonces, con el entrenamiento físico (es decir, a través de las técnicas) experimentar ese estado de realización?
Creo que con eso, solamente, no. Sin embargo, a la vez le digo que sí. El verdadero secreto está en la manera en que usted está haciendo las cosas. Enfatizo eso porque la manera en que usted entrene la atención puede convertir un entrenamiento vacío –en donde no participa la atención– en un entrenamiento más profundo, que envuelve muchas partes de su ser.

Las técnicas, cuando están correctamente ejecutadas, producen una vibración, una modulación de las energías que entran en resonancia, en “armonía” con aquellas que están fuera y, también, dentro de nosotros (y que llamamos “realidad” o kanagara). Si bien esas técnicas, al entrar en resonancia, con el tiempo llevan a las personas a percibir mejor y, por ende, finalmente a comprender, el proceso resultaría tan lento que tal vez no alcanzaría una vida para desarrollar este aspecto. Por eso, hay que involucrar la atención y la conciencia en la realización de los movimientos. Esto actúa como acelerador del proceso y permite avanzar mucho más rápido en el desarrollo de la comprensión.

Una vez que usted desarrolla esa atención, puede –y debe– ejercitarla en todo momento. Un ejercicio muy importante es andar. Sí, andar, caminar. Si usted ve cómo camina una persona, sabe cómo esta persona tiene desarrollada la atención. Tomar la taza de té, como lo hacemos ahora, tiene otro valor si se lo realiza con la conciencia total de lo que se está haciendo en este momento. Cualquier cosa le va a servir para desarrollar la atención.

Sin embargo, al comienzo es preciso tomar el entrenamiento físico juntamente con la meditación; de eso, estoy seguro. No es que tenga ahora mi conciencia totalmente desarrollada, sino que estoy convencido de que mi conciencia de la realidad es ahora más completa que 20 o 30 años atrás. Usted podría argumentar que eso puede deberse, simplemente, a la edad; y tal vez, en parte, sea cierto que la edad me ha llevado a ver el mundo de otra manera. Pero yo pienso que el Aikido influyó mucho en crear esa percepción. Mi forma de ver actual es mucho más refinada, más económica, más perfeccionada de lo que era cuando comencé a practicar Aikido.

Puede ser que Osensei hablara de eso también. Necesita de la práctica y de la meditación para ejercitar su conciencia y permanecer en lo que está haciendo. Al menos, eso funcionó para mí.

Las razones que llevan a practicar

¿Cuáles son, a su entender, las razones que llevan a las personas a la práctica de una disciplina como el Aikido?
El sentimiento de inferioridad es una de ellas, sin duda. Y también la culpa. El hombre intuye que hay algo errado dentro de él, pero, muchas veces, no alcanza a percibir qué es eso que está errado, que está mal. De alguna manera, consciente o no, el hombre se quiere equilibrar. Tal vez, percibe esta falta de equilibrio y esta necesidad como el deseo de estar mejor físicamente o el de estar más relajado o el de ser más extrovertido y perder el miedo a los demás. Esas, y muchas otras, son maneras de advertir ese desequilibrio. Las personas se esfuerzan por retornar. Es como una ley universal, ¿no? Se busca retornar a la condición original, al estado de equilibrio, pero ¿cuál es esa condición original?

Los judíos, cristianos y otras religiones tienen el mismo concepto. Ellos expresan que el hombre pecó, que se alejó del Edén al probar una fruta prohibida. Y todo su trabajo, luego, es para retornar al Edén, al jardín, a Dios, a su casa, al lugar que le pertenece. (1)

Los caminos como el Aikido acrecientan enormemente esa percepción sobre que existe un desequilibrio, y ayudan a la persona a retornar, a sentirse equilibrada con las fuerzas del universo que, a su vez, lo intentan mover, sacar del equilibrio.

Yo percibo ese incremento del equilibrio en mis hijos. Fíjese que yo los influí mucho a través del Aikido. Ellos tienen ahora una conciencia mucho mayor de la que yo tenía a su edad. Así también, percibo que tengo ahora más conciencia de la que tenía mi propio padre. Y aunque él ya falleció, veo que no tenía resueltas algunas cosas cuando tenía mi edad. Y en todo esto tiene mucho que ver el entrenamiento de la conciencia a través del Aikido.

La transmisión

Por lo que usted ha alcanzado a ver, ¿cree que las enseñanzas de Osensei son transmitidas como lo fueron en su origen o que estas han sufrido y sufrirán diversos grados de tergiversación y cambio?
Vamos a ver… El único, escúcheme bien, el único que practicó Aikido según las enseñanzas de Osensei fue Osensei mismo. Todos nosotros solo tenemos versiones más o menos acertadas de esas enseñanzas. Por eso, yo no me preocupo, ya que todos enseñamos errados, mal.

Personalmente, no quiero que ninguno de mis alumnos me copie. Yo intento, al menos, que ellos me observen. Y luego, procuro que traten de sentir si cada técnica está siendo correcta o no. ¿Está sintiendo él una reverberación dentro de sí, alguna sensación que le indica que el camino es por ahí y no por otro lado? Si es así, entonces lo dejo continuar. A veces, percibo que algo anda mal, aunque muchas veces ni yo sé bien qué es. Entonces, le digo a mi alumno que intente con el pie de una forma o de otra forma o con la mano o con el brazo. Pero, fíjese, cuando hago correcciones de ese tipo, son solo correcciones parciales, en realidad, lo que yo percibo es algo que tiene que ver con la totalidad de su movimiento. Sin embargo, solo puedo hacer correcciones parciales. El resto lo debe descubrir cada uno.

Por eso, una vez que el alumno aprendió lo básico, lo ayudo a entrenar ese sentimiento de lo que está errado o no. No me considero por eso un profesor. Lógicamente, al principio, y durante los primeros años, soy muy estricto con la forma, pero luego prefiero ser un motivador y llevarlos a ellos a que descubran por sí mismos ¿Sabe lo que significa en Japonés la palabra Sensei? Pues, significa “aquel que vino antes”. Y eso es lo que yo soy. Solamente alguien que llegó antes a la práctica, que tiene un poco más de antigüedad que mis alumnos. Yo solo puedo mostrar mi entusiasmo y regocijo por la práctica. Esa energía los ayuda a permanecer practicando. Y si ellos consiguen seguir practicando un tiempo lo suficientemente largo, solos van a conseguir desarrollar ese sentimiento, esa autonomía. Eso soy yo, un facilitador, un líder; tal vez eso sí, pero no un profesor.

Un Dojo no es un gimnasio. La palabra Dojo significa “lugar para el descubrimiento”. ¿Se da cuenta? Si un alumno comprende eso, va a descubrir algo algún día.

Ahora, en lo personal, Aikido me estimuló lo suficiente como para prestar atención. Si usted me pregunta si descubrí el kanagara, le digo que no. Yo creo que he mejorado; sin embargo, aun no lo descubrí. He experimentado, a veces, la sensación de hacer las técnicas en armonía con el kanagara, y creo que ese sentimiento creativo marcial, que Osensei llamaba Takemusu Aiki, tiene que ser creado dentro de cada uno de nosotros y por nosotros mismos. De no ser así, las técnicas de Aikido, aun como defensa personal, no pueden funcionar.

Un ejemplo interesante sobre lo que estamos hablando es el kototama. ¿Qué es el kototama? Son sonidos que se armonizan con lo que está en el mundo, con el kanagara. En ese caso, se utilizan sonidos, en vez del cuerpo como en Aikido, pero es la misma cosa. Si usted tiene el conocimiento de la armonía, puede ejecutar esos sonidos en resonancia con las vibraciones del universo. Si percibe el desajuste, tiene que ajustar, y así va progresando. Esto es exactamente lo que sucede con Aikido, que trabaja con movimientos en lugar de con sonidos.

Mientras más fuerte perciba este desajuste, más sencillo será ajustar el movimiento, por eso, mi preferencia es entrenar muy fuerte, muy duro. Así yo percibo más fácilmente esa tensión y eso me ayuda a entender más rápido. Como uke, por el contrario, me gusta seguir el movimiento, no trabarlo. De esa manera, mi entrenamiento se completa.

La marcialidad y el desarrollo espiritual

¿Cómo es, entonces, la relación entre la persecución de altos ideales espirituales y el concepto marcial?
Fue Kano Jigoro Sensei el que puso en palabras un concepto muy original de marcialidad, al decir que aquello que es marcial tiene como objetivo la máxima eficiencia con un mínimo de esfuerzo. Es decir, que mientras más marcial es una técnica, más estragos puede causar con un mínimo de empleo de fuerza. Ese concepto es el punto de encuentro, por ejemplo, entre Bujutsu y Budo o Aiki Jujitsu y Aikido. Ese concepto manifiesta la unión de unas técnicas que están diseñadas para destruir a otro con otras que producen amor por ese otro. ¿Y por qué es posible ese punto de encuentro? Porque en ambos casos se busca la mayor efectividad con un mínimo de esfuerzo.

Descubrir la armonía de saber lo que el otro va a hacer y, en vez de destruirlo, llevarle paz, esto es, paz a través de la guerra. Nosotros, en Aikido, entrenamos para la guerra y nos preparamos para la guerra porque buscamos intensamente la paz. Esta es una verdad que, nuevamente, hay que expresar mediante una paradoja. Por ejemplo, si yo le preguntara si usted está viviendo o muriendo ahora, ¿qué contestaría?

Yo le contestaría que ahora estoy viviendo.
¿Y usted qué diría si yo le explicara que cada célula de su cuerpo está muriendo ahora y que todo su ser comenzó a morir en el momento en que nació?

Yo le diría que tiene razón.
Entonces, ¿usted está viviendo o muriendo? ¿Qué le parece?

Creo que, según como se vea, ambas cosas están sucediendo al mismo tiempo.
Entonces, ¿ve cómo hace falta una paradoja para explicar algunas cuestiones?

La difusión

¿Por qué es importante difundir Aikido? ¿Qué lo lleva a liderar una organización tan grande, en la cual los problemas deben ser grandes también?
Es una cosa natural, dada por una fuerza de crecimiento. El crecimiento es una cuestión natural en la vida, como el que experimenta una planta que, una vez que prende, desarrolla su energía buscando crecer y, luego, dispersando sus semillas. A su vez, las semillas van a buscar prender y generar más plantas. No existe el no crecer. Lo que no crece y no se desarrolla muere. Por lo tanto, no es algo que esté en nuestro poder decidir.

Ahora, en cuanto a eso de que los problemas son más grandes, eso es algo generado por el pensamiento. En la realidad, no sucede así solamente. Es cierto, en parte, que los problemas son más grandes, más complejos, pero también es cierto que las herramientas de las que uno dispone para lidiar con esos problemas son también más aptas. Tome, por ejemplo, lo que sucede con los niños. Ellos tienen problemas adecuados a su edad. Viéndolo con sus ojos, los niños podrían decir que los problemas nuestros, de los adultos, son tremendamente difíciles de resolver. Sin embargo, nosotros poseemos conocimientos, es decir, tenemos herramientas que nos permiten resolver más adecuadamente los problemas que se nos presentan.

Ahora bien, volviendo al crecimiento, como decíamos antes, todo debe crecer, pues, de lo contrario, muere. Sin embargo, puede crecer en diferentes direcciones…

Por último, está el hecho de que, personalmente, me estimula que otras personas hagan lo que yo hago. Existe un dicho que dice “vox populi, vox dei”. Tal vez, si logramos que mucha gente llegue a conocer el Aikido, nuestra disciplina se pueda convertir en la palabra de toda la gente.

Un mensaje

¿Cuál es su mensaje para otras personas practicantes, o no, de Aikido?
Trate siempre de ser quien usted es en realidad. Ser uno mismo, ese es el problema mayor. Ahora, si me pregunta si yo ya lo logré, le digo que no. Sin embargo, estoy tratando. Si me pregunta si es posible, le contesto que se puede mejorar. Y si me pregunta si el Aikido sirve para lograr eso, le digo: ayuda.

Otros temas

La iluminación

Todos los sistemas y caminos que usted mencionó (taoístas, sufíes, cristianos, hindúes, budistas) tienen un linaje de personas que son llamadas “iluminados”; también patriarcas, profetas, santos, budas, etc.
¿Dónde están los iluminados del Aikido? Porque, además de Osensei, que describió su propio proceso de iluminación, no he sabido de ningún otro maestro que haya pasado por lo mismo.
Según veo yo, la iluminación no es un proceso absoluto. No creo que exista la persona totalmente iluminada, que permanece así todo el tiempo. Al menos yo no conocí ni he visto ninguna. Sí he conocido personas muy altas espiritualmente, con las cuales me he sentido pequeño, reverente, pero no creo que ellas sean iluminadas completamente, pues yo puedo percibir eso. Las veo y entiendo que, aunque están muy altas, aun tienen cosas pendientes, cosas por resolver.

Hay toda una enorme gama de grados de conciencia que va desde aquellos que solamente responden al llamado de la situación (es decir, casi como animales, responden a impulsos básicos de hambre, ganas de beber, sexo, etc.) hasta los que alcanzan los más altos niveles. Viéndolo así, usted también es un iluminado. No totalmente iluminado, seguramente, pero por el tono de su búsqueda, sin duda, puedo percibir que usted es un iluminado hasta cierto nivel.

Entonces, la iluminación es, para mí, un fenómeno gradual. Esto hace que existan personas que viven en la oscuridad más absoluta, como si tuvieran los ojos cerrados; otros tienen un poco más de luz, porque tienen los ojos entreabiertos; y otros los tienen totalmente abiertos. Los chinos explicaron esto de una manera muy linda, en la que representan a un niño y a un toro.

Bueno, aquí está expresado esto, venga –dijo, y me llevó a una de las bibliotecas del Dojo, donde me mostró, en uno de sus libros, los dibujos a los que se refería.

 

El niño que está mirando el estanque nos representa a nosotros y el toro es la realidad, el Tao. Primero, no la conoce. Él está jugando en el estanque y no ve al toro que esta pastando por ahí, por eso no hay un toro dibujado en la primera figura. Luego, tiene una vislumbre, como una intuición o una visión parcial de que hay algo que se parece a un toro, que aparece representado como el niño, que ve solo una parte –la cola– de un toro. Luego, tiene una visión más total de la realidad, ve al toro completamente y, de inmediato, comienza a pelear furiosamente contra él para doblegarlo y domarlo. En el próximo estado, se da cuenta de las leyes que gobiernan al toro y aprende a dominar y a comunicarse con el toro, hasta que logra subirse en él y viajar a todos lados. Luego, está tan a gusto encima de ese toro que se olvida que hay un toro debajo de él, se vuelve uno con ese toro, y la dualidad toro-niño desaparece. Por último, vuelve al estado en que partió para ver el mundo que había dejado antes, pero ahora ese mundo no es igual, ahora ya no hay toro pero tampoco hay niño, sólo está la inalterable paz del estanque.

Nosotros, usted y yo, creo que estamos aquí, peleando con ese toro. Todavía no logramos domarlo y subirnos a él. Todavía no, estamos peleando continuamente con él. ¿Lo ve?

La práctica de la meditación

Sensei, en mi búsqueda de esto… mayor; más… no sé cómo expresar esto…
Dígalo, dígalo… Dios, en su búsqueda de Dios, póngalo en palabras.

Está bien, en mi búsqueda de Dios, como charlamos ayer, encontré que una parte importante, un componente básico, además de la práctica de Aikido, es la meditación. No he hallado en Aikido un método preciso de meditación; entonces, buscando por años, adopté un sistema que se adapta mejor a mí.

El primer milagro que logró este método fue hacerme despertar muy temprano, a las 4:00 o 4:30, para meditar, sin sentir pesar, desgano u obligación, sino entusiasmo, y continuar el día de trabajo y práctica de Aikido con buena energía hasta la noche, cuando me acuesto a dormir. Sin embargo, este sistema es foráneo, no pertenece a la práctica del Aikido ni tiene origen en prácticas shintoistas, budistas, etc., que puedan estar relacionadas con nuestra disciplina, y tal vez introduzca cosas, energías o algo así, que no estén alineadas con los principios del Aikido. ¿Es posible que a la larga resulten perjudiciales?

¿Cuál es su práctica? (Se la describo.)

Interesante. Es difícil decir si hay algo que pertenece o no al Aikido. Esto que está describiendo pertenece en parte al Taoísmo, al Yoga, y ese ejercicio de contraer y expandir que me explicó es un ejercicio de kokyu. Sensei Masanao Ueno (mi maestro shintoísta) me describió y enseñó ejercicios muy similares a esos para aprender a controlar y direccionar el ki. Esto es lo que se aprende con la práctica de Aikido. Cada movimiento o técnica necesita de la expansión y contracción de la energía, y tanto técnicas como Nikkyo, Sankyo, etc., estiran, retuercen y destraban la circulación del ki dentro del cuerpo.

Ahora, ese asunto de los chakras y centros vitales, no sé si es una cosa real o algo de la imaginación; yo no lo puedo decir. Sin embargo, hay una explicación que para todos los propósitos es equivalente, y eso sí puedo asegurar que existe. Es la siguiente: al nacer, una de las primeras cosas que genera tensión en el bebé es la defecación. Uno lo estimula muy sutilmente a través de comentarios, caras feas, retos, bromas, etc., de modo que el bebé interpreta eso como algo que debe restringir. Entonces, eso genera en el niño, inconscientemente, una contracción de esa zona anal/perineal, para evitar esos estímulos negativos. Algo similar sucede con el reflejo de succión al mamar. Cuando eso le es negado, se generan en la zona de la boca y la garganta tensiones que perduran, luego, cuando es adulto o mayor.

Una cosa parecida sucede con las emociones, que por algún motivo se sienten en el pecho, acá en el centro. Cuando está triste, hay algo en el pecho que se mueve. Los estímulos negativos constantes contra las emociones llevan a la contracción de esta zona. Y así también en la cabeza, entre los ojos, se alojan tensiones. Estas zonas de acumulación de tensiones tienen que ver con las posiciones en que se localizan los chakras o los centros de los que usted habla.

Lógicamente, cualquier cosa que usted haga para desalojar esas tensiones, para relajar esas zonas, va a ayudar a romper los compartimentos y bloqueos que se han creado en su estructura, y va a permitir que su energía fluya más libremente; se va a sentir mejor. Sensei M. Ueno me enseñó también un ejercicio shintoísta que consiste en inspirar, luego contraer el perineo y, reteniendo la respiración, contar ichi, ni, san y soltar. Eso sirve también para relajar esa zona.

Yo practiqué durante muchos años ejercicios similares a los suyos y me ayudaron. Esos mismos ejercicios deben estar presentes y ser utilizados conscientemente durante la práctica del Aikido.

La vía del medio

Aikido representa el camino del medio. La lucha que todos tenemos, la principal batalla de los hombres es la de resolver constantemente, todos los días y a cada instante, en cada acto, una tensión que existe entre el pensamiento y el corazón. Esta batalla se presenta en todo momento, como le dije: en cada decisión, en cada acto, en cada pensamiento.

Cuando el resultado se decide para el lado del pensamiento, usted logra cosas, eventualmente, pero queda triste, con un gusto amargo al final. Cuando se resuelve a favor del corazón, muchas veces, usted queda como parado frente a un precipicio y puede caer; a veces es muy peligroso… Entonces, es esta dualidad la que hay que resolver.

De ahí que el Aikido sea la vía del medio, porque es una herramienta que permite resolver ese conflicto y evitar los peligros, pero actuando en acuerdo con lo que nos dicta el corazón.

Creo que el corazón debe ganar siempre, pero se debe encontrar el medio para que la razón participe, de manera que no haya riesgo o que el riesgo sea el menor posible. Así, ambas partes contribuyen al máximo y usted se va acomodando y acostumbrando a percibir lo que el corazón le dice.

Cuando usted se da cuenta de que hay algo errado dentro suyo, es el corazón el que lo siente; entonces, debe relajarse y percibir… ¿Qué es lo que estoy percibiendo? ¿Qué es lo que estoy sintiendo aquí, en el pecho?

Pero si no está relajado, ¿cómo es que va a poder percibirlo? ¿Cómo lo va a poder sentir?

Si usted siente que está en la más completa oscuridad, como me dice –creo que no lo está, pero no importa– entonces no puede “ver”, es decir, no puede pensar. ¿Lo ve? Tiene que hacer algo diferente, tiene que relajarse y percibir, sentir lo que el corazón dice. Es como agarrar una pequeña linterna y buscar en la oscuridad, de ese modo la oscuridad se va haciendo menor, ¿no? Pruebe. Ese es el camino.

Wagner Bull Sensei junto a Horacio Verdur Sensei en el año 2005.

(1) Esta afirmación nos conecta con una polémica religiosa conocida. Ni judíos ni islamistas, por ejemplo, coinciden exactamente con la idea de que se hayan quebrado los vínculos entre el hombre y Dios a partir del episodio del “pecado original”. Las dos tradiciones mencionadas acaban considerando que esa primera falta del hombre se corresponde con el nacimiento de su libre albedrío, y que incluso ese gesto de libertad formó parte del plan divino. No obstante, la historia modélica del “fruto prohibido” fue replicada por muchos pueblos antiguos; es a esa recurrencia, fundamentalmente, a la que sensei Bull se refiere (P.U.).

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