La esencia del Aikido

Por Saito Morihiro Sensei
Traducido al español por Ma. Teresa Vidaurre

El Gran Maestro (O-Sensei) Morihei Ueshiba, el fundador del Aikido, nació el 14 de diciembre de 1883 en la ciudad de Tanabe, en la prefectura de Wakayama. En conmemoración de su nacimiento, todos los 14 de diciembre se celebra un festival en el Aiki Jinja, un templo ubicado junto al Dojo Ibaraki, bajo la dirección del actual maestro Kisshomaru Ueshiba1. Con tan solo siete años de edad, el fundador del Aikido estudió los textos canónicos chinos conocidos como: Cuatro Libros y Cinco Clásicos. A sus 10 años, comenzó con la práctica del Zen y más tarde dominaba diversas artes marciales. A sus 59 años, dotado de una inteligencia extraordinaria y siendo trabajador por naturaleza, en 1942 O-Sensei fundó un arte marcial que llamó “Aikido” después de considerar otros nombres como “Aiki no Michi” (el camino del Aiki), “Aiki Jujutsu” y “Aiki Budo” (el camino marcial del Aiki).

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Los sucesivos cambios de los nombres del arte que concibió reflejan gráficamente su progresión mental y técnica. Cabe destacar que el fundador del Aikido se sometía a un intenso entrenamiento sobrehumano, tanto físico como mental, en el dojo al aire libre de Iwama (el actual Dojo Ibaraki), recitando las técnicas de Aikido y consagrando a las Grandes Deidades del Aiki. Las experiencias que vivió en Iwama aportaron mayor profundidad al Aikido y contribuyeron a su firme posicionamiento en el mundo de las artes marciales.

En 1946, cuando fui admitido para practicar Aikido, el fundador se encontraba absorto día y noche consolidando las técnicas que había desarrollado. Me siento increíblemente afortunado de haber tenido la oportunidad de entrar en contacto con el fundador cuando el Aikido se encontraba en el umbral de su nacimiento.

A continuación, pretendo explicar qué tipo de arte marcial es el Aikido y cuál es su esencia.

El arte marcial invencible

Como la historia lo demuestra, la humanidad se ha visto involucrada en constantes luchas alrededor del mundo. Dichas luchas han continuado sin cesar repitiéndose a través de los siglos y curiosamente “en nombre de la justicia”. Han sido luchas que surgen por razones militares, luchas por ascender posiciones y obtener más poder y luchas provocadas por diferencias ideológicas. En conjunto, todas estas luchas han llenado al mundo de enemistad y odio, convirtiéndolo en un escenario de interminables conflictos mortales e incesantes derramamientos de sangre. Debido a que los conflictos solían magnificarse hasta tal punto que parecían ya no tener remedio, siempre había existido la necesidad de contar con una fuerza marcial invencible.

Estos conflictos mundiales también han afectado a la búsqueda de marcialidad en Japón. Sin embargo, se han ido desligando progresivamente de la política y se han decantado hacia las artes marciales. En este sentido, el afán de los individuos por fortalecerse ha generado un ambiente adecuado para su desarrollo.

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Saito sensei frente al Aiki Jinja. 1960

Las artes marciales han existido con base en las técnicas de combate tradicionales japonesas. A pesar de su larga trayectoria, las artes marciales concebidas por el hombre han heredado deficiencias independientemente de la escuela a la cual pertenezcan. La fuerza espiritual es un elemento que se considera importante para compensar dichas deficiencias. Las artes marciales deben su esencia en gran parte a las religiones que cultivan tal fuerza espiritual.

“El Aikido es un arte marcial invencible.” ¿Esto significa que el arte reclama volver a los viejos tiempos cuando el poder lo era todo? Pues, no, ese no es el caso. Morihei Ueshiba concibió el Aikido con la intención de fomentar las cualidades naturales latentes en los individuos en términos de actitud mental y de técnicas. En otras palabras, el Aikido es un arte pensado para cultivar la mente y las técnicas sin ir en contra de la naturaleza. Los movimientos corporales gobernados por el principio de la no resistencia, junto con la mentalidad de abstención a confrontaciones, contribuyen a lograr dicho objetivo.

Se respira profundamente para llenar el cuerpo con el aire del universo y unirse con la naturaleza. Así, el cuerpo estará repleto del poder del ki (espíritu) y estará preparado para impartir el poder de la respiración abdominal (poder sobrenatural), cuya intensidad sobrepasa los límites de la imaginación humana. El Aikido es un arte que induce una muestra completa de tales poderes naturales. Que la mente y las técnicas estén divorciadas de los conflictos es un prerrequisito indispensable para suscitar las cualidades individuales en la mayor medida posible. Esto es lo que hace que el Aikido sea un arte marcial invencible.
Durante las sesiones de entrenamiento, el fundador del Aikido se paraba en el centro del tatami del dojo e invitaba a los practicantes a que lo atacaran. En el instante en que un practicante blandía su bokken (espada de madera) para golpearle la cabeza, ya tenía la punta del bokken de O-Sensei en su garganta. Acorralado y desesperado, el practicante intentaba atacar al maestro de nuevo, pero O-Sensei ya había desaparecido. Se había movido a la velocidad del rayo y se encontraba detrás del practicante. Los movimientos de O-Sensei eran completamente naturales y, para los espectadores, la velocidad no parecía ser tan impresionante como en realidad lo era.

 

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El fundador dijo una vez: “Lo único que tengo que hacer es pararme con mi espalda de frente al oponente. Si el oponente intenta atacarme, su intención de atacar hará que se golpee y lastime a sí mismo. Me unifico en armonía con el universo y no poseo nada. Al pararme frente a un adversario, lo absorbo.” El Aikido de Ueshiba no sabe de tiempo ni espacio, es el universo mismo. Esta circunstancia se llama “Katsuhayabi” (勝速日).

El fundador, que falleció en 1969, solía realizar demostraciones de Aikido en el dojo y compartir comentarios esotéricos al respecto. Sus presentaciones demostraban que el Aikido es un arte marcial que desafía la derrota bajo cualquier circunstancia. El Aikido posee la fuerza espiritual necesaria para cubrir las deficiencias observadas en las artes marciales poco sofisticadas. Sus técnicas por sí solas son evidencia de que el Aikido refleja una mente libre de conflictos. Son convincentes hasta tal punto que incluso los individuos con una marcada orientación hacia el ego quedan asombrados. En este sentido, el Aikido merece la descripción de “un arte marcial invencible además de virtuoso”.

El espíritu del Aikido

Es bien sabido que en el Aikido están prohibidos los combates. Esto se debe a que el Aikido heredó de su fundador una serie de técnicas letales, las cuales hacen que los combates sean un ejercicio demasiado peligroso, y también porque pretende ser un arte libre de restricciones respecto a cualquier movimiento concebible. Si se pretendiera competir en combates, habría que establecer reglas y excluir las técnicas peligrosas, pero de estar forma, indudablemente, el Aikido perdería su razón de ser. Si se realizaran combates, habría que limitar el uso de las técnicas a aquellas que consistan principalmente de atemi (golpes), o los competidores tendrían que arriesgar sus vidas o utilizar la protección adecuada. También surge el interrogante de si el formato de competencia debería limitarse al uso de técnicas sin armas o si también deberían incluirse las técnicas con armas.

Incluso, si solo permitieran el uso de técnicas sin armas, las técnicas inherentes del Aikido son tan terribles que muchas veces no dejan la posibilidad de hacer ukemi (rodadas o saltos defensivos). Es verdad que en las sesiones de entrenamiento se permite deliberadamente la práctica del ukemi para defenderse de las proyecciones. Sin embargo, en los combates las técnicas se ejecutan de forma espontánea y sin reservas, siendo obvio el peligro que representan. La respuesta a la pregunta de por qué el Aikido no se identifica como un deporte o competencia es sencilla. Por la razón mencionada anteriormente, convertir en eso al Aikido sería imposible.

10537394_10152565354685928_4836210464901915209_nEl fundador describió los movimientos del Aikido como “la materialización minuciosa de los movimientos del cielo, la tierra y otros aspectos de la naturaleza”. Si se introdujera un formato de combate en un arte marcial de la naturaleza del Aikido, los movimientos quedarían inevitablemente restringidos dentro del marco de las reglas. La introducción de un sistema que coincida con la ciencia de la gimnasia y el concepto occidental que tiende a creer en que “se gana o se pierde” afectaría negativamente a las artes marciales en ciertos sentidos.

A los principiantes en Aikido se les incita a que, primero que nada, entiendan el espíritu del arte explicado anteriormente. Todos desean ser fuertes, y este deseo resulta importante durante el proceso de entrenamiento. No obstante, si el practicante se ve tentado a probar qué tan fuerte se ha hecho, debe superar dicha tentación inmediatamente; y en caso de triunfar, logrará el dominio sobre sí mismo. Aquellos que confíen plenamente en las técnicas adquiridas y que continúen su entrenamiento diligentemente triunfarán como individuos fuertes.

Aiki no es el arte de pelear con el enemigo para derrotarlo. Su propósito es contribuir con la paz y la armonía del mundo y unificar a la humanidad en una sola familia”, así fue como O-Sensei definió al Aikido. El espíritu del Aikido, tal y como él lo describía, incita a las personas a ser conscientes de sus respectivos cometidos en la vida, a ayudarse mutuamente para cumplir con sus cometidos exitosamente y a unificar a la humanidad como una sola familia. Dicho espíritu está grabado en un monumento de piedra que se encuentra en el camino hacia el Aiki Jinja.

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El Fundador junto a su Doka labrado en piedra. Caligrafía realizada por Seiseki Abe.

La inscripción reza lo siguiente:
“El cielo y la tierra se ven serenos y hermosos. Este universo se ha revelado a sí mismo como una familia creada por el dios omnipresente. –Morihei Ueshiba.”
Esta es la oda de O-Sensei al Aikido que aún imparte a los visitantes del templo su afecto por la humanidad y la naturaleza.

Es decisión de los seres humanos hacer de este mundo un mejor o peor lugar para vivir.

El fundador reflexionaba:
“Este mundo fue creado por dios, el hombre no es más que su hijo, y como tal, dios habita en su cuerpo.” En otras palabras, el hombre debe entrenar para ser cada vez mejor y cumplir con su labor.

El Aikido sirve de brújula para guiar a las personas en la dirección que les permita despertar y desarrollar sus cualidades intrínsecas, así como luchar por alcanzar sus objetivos con un sentido de iluminación espiritual. De acuerdo con el precepto del Aikido, si las personas adoptaran dicha doctrina, la humanidad se uniría en armonía como una familia, los conflictos cesarían, las relaciones amistosas prevalecerían y la paz se conservaría.

El espíritu del budo (i.e., lo marcial) es extremadamente noble e inalcanzable. No basta toda una vida para comprender cabalmente el espíritu. Por lo tanto, resulta de vital importancia transmitir el Aikido a la posteridad.

Aiki equivale al amor por el universo”, afirmó el fundador. Esta afirmación está fundamentada en el espíritu universal del amor por la naturaleza y los animales, y de permitirles disfrutar plenamente de sus vidas en armonía con el entorno humano. Dicho espíritu dio pie a que surgiera el pensamiento de que “incluso el mal no debería ser tratado como si no tuviera salvación, más bien debería ser transformado al bien”. En este sentido, es posible unificar a la humanidad como una sola familia.

Requisitos del Aikido

Hay determinados requisitos que hacen que el Aikido sea lo que es. A menudo se dice que el Aikido es una combinación de Judo y Karate, y en realidad no es así de sencillo.

La parte “intangible” de los requisitos es, primero que nada, la unificación del ki (espíritu). Cuando la palabra Aiki es aplicada al mundo de lo natural, se refiere al intercambio del ki entre el cielo y la tierra, el cual procrea y nutre tanto lo tangible como lo intangible del universo. Cuando la palabra Aiki es aplicada a la sociedad humana, se refiere al misterio de la naturaleza representado como la unión armoniosa entre un hombre y una mujer que resulta en el nacimiento de sus hijos.

Si el estado de ki musubi (ki unificado) se desarrolla de acuerdo con los principios del Aiki, la armonía mutua se mantiene en el área tangible del cuerpo de uno frente al cuerpo del compañero, lo que conduce a la proliferación de una gran cantidad de técnicas.

Como se mencionó anteriormente, Aiki es el primer requisito del Aikido. El segundo requisito es la posición triangular (Δ) de los pies. En caso de ser atacado por un grupo, se debe adoptar una postura oblicua para poder esquivar lateralmente a todos los atacantes con la posición Δ de los pies. Los movimientos deben concluir con la postura hitoe mi (triángulo inverso).

Según los secretos del arte legados por su fundador, los movimientos del Aikido podrían resumirse de la siguiente forma:

Entrar en la esfera del oponente triangularmente (Δ), manipularlo circularmente (O) y terminar la técnica en cuadrado (□)

La posición Δ de los pies equilibra los movimientos del Aikido.

Los movimientos naturales no suelen ser tan exactos y precisos como si se dibujaran con reglas o compases. Incluso cuando la posición de los pies no sea un triángulo inverso exacto y preciso, basta con girar la cadera adecuadamente para controlar al oponente y desviar su ataque.

A continuación y en el segundo capítulo ampliaré detalladamente la información sobre el Aiki y la posición Δ de los pies (los dos requisitos principales del Aikido).

El Aikido es un espejo

El Aikido es un arte marcial orientado hacia la búsqueda de la verdad. El camino que conduce a la verdad es interminablemente largo. Paradójicamente, en realidad, la verdad no está tan lejos. Se encuentra “justo a sus pies”. Quienes persiguen la verdad deberían saber que siempre permanecerán al comienzo de su cometido. En otras palabras, jamás deben olvidar el espíritu modesto y el comportamiento humilde del principiante que alguna vez fueron y siempre deben abstenerse de ser engreídos y complacerse pensando que “han encontrado lo que buscaban”.

La verdad es una ley que no está escrita pero que gobierna la vida humana. Tomar conciencia de dicha verdad mediante el Aikido es una lección de vida invaluable. Conocer el Aikido equivale a conocer la verdad. El Aikido es una lección de vida invaluable. La búsqueda de la verdad en la sociedad es una empresa que emprendemos para lograr los cometidos de nuestra vida. La verdad parece algo imposible de alcanzar si se interpreta de manera complicada. En realidad, es muy sencilla si voltean y observan la realidad a su alrededor y comienzan por lo que pueden hacer para empezar a escalar hacia la verdad.

Vivimos en una sociedad moderna y complicada. Cada uno de nosotros es un engranaje del mecanismo que compone a la sociedad. Tendemos a ser muy egocéntricos como para prestarle la adecuada atención a la sociedad como un todo, lo cual genera una trama de insatisfacciones y reclamos. Sin embargo, aquellos que han decidido encaminarse en la búsqueda de la verdad requieren lograr sus cometidos individuales y convertirse en seres espiritualmente iluminados por encima de las imperiosas presiones de la sociedad.

El fundador del Aikido estaría totalmente complacido si sus seguidores descubrieran sus propios caminos hacia la verdad y pudieran vivir en un mundo divino lleno de paz y calma que trascendiera el descontento terrenal. Personalmente, considero a este estilo de vida como “una vida fructífera”, y es la clase de vida que me gustaría que heredaran las futuras generaciones.

En resumen, conocer el Aikido es conocerse a sí mismo. Quisiera que consideraran al Aikido como su espejo. Recuerden que la esencia del Aikido está “justo a sus pies”.

Morihiro Saito
Texto extraído de: Traditional Aikido. Volume 5, Training Works Wonders. 1976.

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O’sensei Ueshiba Morihei ofreciendo sus plegarias ante el Aiki Jinja en Iwama.

1Nota del Traductor: el texto original, escrito en 1976, no ha sido actualizado con el propósito de ofrecer una versión lo más fiel posible, pero cabe mencionar que el actual maestro es Moriteru Ueshiba, quien pasó a ser el nuevo Doshu tras el fallecimiento en 1999 de su padre y anterior maestro, Kisshomaru Ueshiba.

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